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domingo, agosto 29, 2010

LA TORRE DE LA SANGRE / MASACRE DEL SEGURO OBRERO: A 72 años de la masacre del 5 de septiembre de 1938.

En la fotografía, Rodrigo Alliende hace uso de la palabra en el acto que se acaba de realizar en el Cementerio General de Santiago de Chile. Sobrino y secretario personal de Jorge González von Marées, es el autor de "El Jefe", el libro dedicado al fundador del Movimiento Nacional Socialista de Chile.
HA TENIDO LUGAR EN LA CAPILLA DEL CEMENTERIO GENERAL DE SANTIAGO DE CHILE UN ACTO LITURGICO Y ANTE EL MONOLITO A LOS CAÍDOS DEL 5 DE SEPTIEMBRE DE 1938 UN ACTO DE RECORDACIÓN DE LOS MÁRTIRES DEL SEGURO OBRERO, POR PARTE DE ALGUNOS QUE NO OLVIDAN, DE ALGUNOS DE AQUELLOS QUE RECOGEN LA POSTA CON EL LLAMADO ANCESTRAL DE QUIENES "CON SU SANGRE SALVARÁN A CHILE".

Discurso: A 72 años de la masacre del 5 de septiembre de 1938.

Amigos y camaradas presentes, me ha tocado dar este discurso hoy ante Uds con el fin de reinaugurar esta instancia apagada por tantos años. El Comité del Recuerdo Mauricio Mena, pretende, empezando desde hoy, convertirse en una instancia de recuerdo constante de lo que fue aquella gesta del 5 de septiembre de 1938.

Hace pocos días el país tuvo la hermosa noticia de que 33 de los nuestros sobrevivieron al derrumbe en las entrañas de la tierra de Copiapó.
Hace 72 años 60 familias chilenas no pudieron sentir la alegría que hoy nos embarga:
60 de sus hijos habían caído, luchando por el ideal de redención que el antiguo movimiento nacional socialista liderado por Jorge González von Marées había sembrado en sus corazones.
Por supuesto era otro país; era una época violenta, de ideales y luchas, donde aquel viejo movimiento emprendió una campaña tenaz contra la reacción encarnada en el gobierno de Arturo Alessandri y su ministro del hambre Gustavo Ross Santa María.

Fueron luchas memorables que ocuparon las calles y el hemiciclo del Congreso Nacional, en que se denunció al agitador y al demoledor de la patria. El movimiento atacó tenazmente la corrupción que tenía su base en el gobierno. Se enfocó con especial vigor expresivo contra los brazos ejecutores de la fronda oligárquica: Investigaciones y Carabineros, y contra el Ministro Ross y su política del látigo.
La lucha tuvo momentos dolorosos. Muchos cayeron y sus nombres nunca serán suficientemente recordados. Nuestros camaradas pagaron el precio que purgan los idealistas en este mundo sin sueños. La torre de la sangre fue la negra tumba para quienes quisieron vivir el sueño de los ideales políticos.

Las deducciones espirituales que conllevó aquella lucha no se han apagado; las estrellas de sus nombres gloriosos siguen brillando en el cielo anónimo del mito que hoy aquí nos empeñamos en revivir, para decir con modestia y corazón: “Ellos siguen estando”.

Recordamos los nombres de nuestros héroes, pero así también de viejos camaradas que sobrevivieron a aquella época:
Llega a nuestros labios el mártir Cesar Parada, presidente del Grupo Nacista Universitario y brillante exponente intelectual de aquellos tiempos en que la lucha en el aula fue mano a mano con otros grupos estudiantiles sobre los que el nacismo brilló al obtener la mayor votación en 1937 y 38 como fuerza individual en la federación de estudiantes.
Domingo Chavez Wahlen, de gran sensibilidad y gusto por la música. Era un incomparable idealista que le dio corazón a aquel 5 de septiembre. Y digo esto porque la circunstancia de su muerte tuvo algo especial. Domingo nació con el corazón al otro lado y enfrentándose a sus asesinos les mostró su pecho y les dijo, “dispárenme aquí, mi corazón está preparado para sacrificarse por el ideal más grande de todos”.
Y es por eso, por Domingo Chavez, que el 5 de septiembre fue un día lleno de corazón. Aparecen otros nombres en nuestro recuerdo.
Los buenos hermanos Thennet, Luis y Héctor. Valientes e idealistas ese día marcharon, uno junto a otro, rumbo hacia la torre de la sangre donde fueron masacrados. Junto a ellos aparece el nombre de su valerosa madre, la señora Judith Guillet de Thennet, que hasta su último día ayudó a las familias de los nacistas que murieron junto a sus hijos.
Los hermanos Jorge Jeldes, -uno de los cuales dejó dos hijas que hoy nos acompañan-; Hermosos muchachos que creían en la causa de su patria y acudieron aquel día a morir por un Chile más hermoso y feliz.
Así también Renato Chea, Guillermo Cuello, Ricardo White, y tantos otros entre los que no podemos de dejar de nombrar de especial manera a Enrique Herreros del Río. Este jóven que dejó aquella inolvidable carta de despedida en que consagraba el sacrificio conciente de morir por una causa superior; recordamos que su hermano Gonzalo guardó aquel breve pero incomparable documento toda la vida junto a su corazón; don Gonzalo Herreros que aunque era ciego vio más que todos nosotros, manteniendo el ejemplo de aquel tiempo de idealismo y batallas políticas que no tuvieron pausa, que día a día se trazaron en el ancho mapa de la historia, comenzando para aquel movimiento el día 5 de abril de 1932.
En esa fecha Jorge González funda la agrupación conocida como Movimiento Nacional Socialista de Chile, la que aspiraba a llevar a nuestra nacionalidad a un plano ni siquiera soñado. Con los años a este movimiento político se integraron grandes hombres, obreros, intelectuales, pequeños empresarios y clase media naciente de aquel tiempo: Francisco Maldonado, Emiliano Aros Molina, Mario Pérez Perreta, Víctor Tapia Briones, Gerardo Gallmeyer, Pedro Molleda, Hedilberto Bizama, Carlos Pizarro Cardenas, Alberto Montes, Facundo Vargas, Pablo Acuña Carrasco y tantos otros. Recordamos los nombres de Mauricio Mena, noble autor de los viejos himnos idealistas que aspiraban a una patria más hermosa, al sueño de la mujer amada, a la fe que es optimismo y redención.
Mauricio Mena que tuvo sueños de eternidad y cuyo nombre bautiza nuestro comité, ya que fue él quien empezó hace ya muchos años con esta instancia que lideró hasta su temprana muerte en 1952.
Carlos Keller, gran intelectual, Javier Lira Merino, Gustavo Vargas Molinare, Diego Lira, Javier Cox, Roberto Vega Blanlot y tantos otros jóvenes que luego de aquellos días siguieron arrastrando la vida con el peso perturbador y terrible de la perdida y la tristeza más grande que fue no sólo la muerte sino también la masacre de los mejores. Como no recordar a Oscar Jiménez, al que conocieran como Pitón 10, médico idealista, creador del primer banco de dadores de sangre del país y luchador incansable por los derechos y reivindicaciones sociales de los más pobres, a los que ayudó hasta sus últimos tiempos. Él pidió morir con sus camaradas, pidió ser fusilado para acompañar a los héroes a la eternidad.
No se puede dejar de nombrar a Enrique Zorrilla, mi amigo y maestro, que un día me dijo: “no pierda la fe en los sueños del pasado, no olvide nunca la lucha de mis hermanos que murieron en el Seguro Obrero. Uds son las generaciones de recambio. Les corresponde seguir regando con idealismo la digna semilla del ejemplo que fue el 5 de septiembre de 1938, para que no se olvide, para que con voz alta puedan decir: existieron, así fueron, así vivieron y murieron, así siguieron arrastrando la vida, recordando hasta la muerte”.
Antonio Cabello, el comandante de las juventudes nacional socialistas que, con el corazón henchido de amor por su país, guardó siempre en su pecho también el hondo dolor de aquella masacre en que murieron sus amigos de juventud. Antonio fue un valiente, un irrenunciable creyente en la causa de su aguerrido pasado. Para él el recuerdo de los rostros muertos fue terrible. Muchos años le persiguieron las imágenes de cuerpos ensangrentados, caras queridas que estaban sobre el suelo frío de la morgue con los ojos abiertos.
Y como el de mi querido Antonio hay tantos otros nombres que rozan la memoria, acariciando la superficie del corazón con una tenue mano que no se resigna a morir en la ley trágica del destino:
Marta Vásquez- antigua secretaria de Jorge González- que hasta el fin estuvo en este monolito, recordando el nombre de nuestros 60 hermanos;
Galvarino Sepúlveda Molina, antiguo militante que nunca renunció a sus creencias; Ernesto Durán Pino, Juan Salinas Ortiz etc.
Hay que nombrar de manera especial a Carlos Chavez Wahlen, cuya inspiración nos da la fuerza para estar hoy aquí, otra vez en representación de nuestros viejos camaradas –Me permito decirte gracias querido Carlos, hermano mayor para nosotros, guía espiritual en el supremo cause del ideal. El hermano de Carlos, Domingo, fue uno de los muchachos que cayeron hace 72 años. Él nunca, ningún día de su vida ha dejado de recordarlo. Seguiremos tu ejemplo querido amigo-;
Renán Valdés, fallecido hace poco, cuya austeridad nos alumbra el camino, dándonos un verdadero ejemplo de ideal y fortaleza, de irrenunciable tenacidad ante todo: la soledad, las truncas expectativas de una vida que acabó en el abandono y que pese a eso fue digna hasta su último instante.
Tantos nombres aparecen junto a las 60 estrellas que iluminan con su luz el oscuro cielo de la historia; las estrellas que brillan en el indómito cielo del heroísmo.
Una mención especial merece Miguel Serrano, seguidor de la gesta del 5 de septiembre; otros como Juan Diego Dávila Basterrica, Héctor Sepúlveda Villanueva y por supuesto Jorge Gónzalez von Marées, el padre, el formador de juventudes, hombre austero y generoso que enseñó a toda una generación un espíritu nacionalista fundado en el valor.

Hoy, en estos tiempos donde la trascendencia se ha dejado de lado para funcionar de acuerdo a las inhumanas leyes del mercado y el consumismo, el ejemplo de nuestro 5 de septiembre cobra un valor que se impone a pesar de los años; es un ejemplo donde el nombre de los 60 muchachos de aquel Chile bello sigue brillando en los corazones de esta generación distante.
Porque aquí estamos para seguir recordando, para decir desde el fondo del alma que nunca los olvidaremos, que cada vez que miremos el ministerio de justicia estarán presentes, que sus rostros masacrados serán el fantasma de nuestra historia, azotando como un viento de finales de invierno la nueva memoria del pueblo al que pertenecieron, el pueblo que nunca los olvidó y que hoy en su nombre agradece el ejemplo, el valor, la lucha de pasados días.

Recordemos por un instante. Aquel año de 1938 fue un año politizado y que se determinó profundamente por las elecciones presidenciales. Los candidatos eran Pedro Aguirre Cerda, Gustavo Ross Santa María y Carlos Ibáñez del Campo. Ante el seguro triunfo del candidato de la reacción, el ministro del hambre Gustavo Ross, el movimiento se reveló con todas sus herramientas. Fue necesario un levantamiento que garantizara el curso honesto de aquel proceso eleccionario y para esto era menester anular el arbitrario poder de Arturo Alessandri y su derecha deshumanizada.
Los nacistas actuarían en concordancia con el ejército en un golpe revolucionario. Su misión fue hacer tiempo –capturando el Seguro Obrero y la Universidad de Chile- para esperar la llegada de las tropas que participarían en la acción, supuestamente leales. Pero fueron traicionados y quedaron solos, atrapados y no quedó otra posibilidad que rendirse. Y así lo hicieron, primero, los muchachos que tomaron por asalto la Universidad. Tristemente recordadas son aquellas fotografías en que se les ve caminar por el centro de la ciudad con los brazos en alto, rendidos rumbo hacia la caja del Seguro que abrió de pronto su ancha puerta de hierro para verlos entrar, detenerse para siempre en el instante decisivo, en que todas las luchas, todas las peleas, todas las derrotas, todo el empeño, tuvo un fin último pagado en Sangre.
Los 60 estuvieron en el interior del edificio, ya rendidos y fueron acribillados, golpeados, rematados hasta el cansancio y saqueados.
Sólo 4 se salvaron en las pilas de cadáveres que bañaban con su sangre las escaleras, cada peldaño hasta llegar a la calle.

La noche cubrió aquel paisaje, la noche entró en aquellas oficinas cercanas a la casa de los presidentes de Chile, y fue así como nuestra historia se manchó para siempre con la sangre derramada de los héroes que tenían el convencimiento de morir por algo superior, que pensaban que su sangre salvaría a Chile.
Sus cuerpos se apilaron posteriormente sobre el suelo de la morgue. Allí apenas fueron reconocidos algunos por la ropa que vestían. Las fotos nos muestran a un padre que encontró el cadáver destrozado de su hijo y lo abrazó hablándole, rogándole que se levantara. Pero los muertos no oyen a nadie. El pesado dolor de la historia cierra sus bocas y sus párpados para siempre. Con el tiempo los asesinos fueron indultados. El perdón vino, al igual que la orden de muerte, desde La Moneda. Los sucesos de la caja del seguro obrero se olvidaron para siembre bajo un manto de indiferencia.

Y es por eso que les pregunto hoy, tantos años después a los jóvenes de mi generación: ¿Qué significa estar aquí nuevamente? Les digo: estar aquí es concordar con la memoria histórica de un país que no reconoce a sus muertos. Los muertos de la escalera nos hacen participes de su ejemplo. Nosotros debemos responder a su llamado que se extiende con alto sentido revolucionario y debemos oponernos, como ellos lo hicieron, a la reacción, a la desigualdad.
Debemos reflexionar sobre el Chile que vivimos.
Debemos transmitir su idealismo, dándole al país el sentido de trascendencia que tanto necesitan sus hijos hoy en que el valor y la austeridad brillan por su ausencia. Enfoquemos el corazón hacia ese pasado, sintonicemos el alma con aquellos muchachos, con esos locos heroicos que resistieron en las escaleras la muerte y el martirio.
Sólo la sangre de los héroes es capaz de redimir este mundo en ruinas, esta juventud que no vibra con nada.

Después de tantos años de que se acallaron sus voces, estamos hoy nuevamente, junto a ellos, en este lugar sagrado para rendirles homenaje.
El Comité del Recuerdo Mauricio Mena, se ha reformado con nuevos integrantes. Aspiramos a que en el futuro el acto pueda tomar la forma que tuvo antaño, y que las generaciones de recambio estén aquí, en este sitio simbólico, al pie del cañón, para levantar la voz y hacerse escuchar. Para nunca olvidar. Porque de eso se trata.

No debemos olvidar nunca la fecha del 5 de septiembre. Porque de lo contrario nuestros mártires sí habrán muerto, solos, abandonados. Abracemos en más sus espíritus con el corazón lleno de optimismo y digamos gracias muchas gracias camaradas y hermanos del Seguro Obrero.



Mauro Emilio Valencia
Coordinador del “Comité del Recuerdo a los Mártires del 5 de septiembre de 1938, Mauricio MENA”.
28 de agosto 2010.
chebartolo@gmail.com,

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