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sábado, agosto 14, 2010

ENTREVISTA A ALEXANDER SOLYENITSIN: TODO PUEBLO DEBE RESPONDER POR SU PASADO. TANTO LOS JUDÍOS COMO LOS RUSOS.

Alexander Solyenitsin:

"Todo pueblo deber responder por su pasado".

Alexander Solyenitsin tiene la esperanza de que la amarga experiencia rusa sea una lección que preserve de nuevas caídas desastrosas. El intelectual que con su libro Archipiélago Gulag sacudió la conciencia del mundo con el relato de los campos de concentración soviéticos, habla en esta entrevista del pasado traumático de su país y de los prejuicios que todavía hoy dificultan su relación con Occidente.

21 de octubre de 2007

-Alexander Isayevich, cuando entramos lo encontramos trabajando.
Parece que aún a la edad de 88 años siente esta necesidad de trabajar, aunque su salud no le permite siquiera caminar por su casa. ¿De dónde deriva su energía?

-Siempre tuve fuerza interior, desde que nací. Y siempre me dediqué al trabajo de buen grado, al trabajo y la lucha.

-En su nuevo libro My American Years (Mis años en Estados Unidos), usted recuerda que solía escribir incluso cuando caminaba en el bosque.

-Cuando estaba en el gulag a veces incluso escribía en las paredes de piedra. Escribía en pedazos de papel, luego memorizaba el contenido y rompía los papeles.

-Toda su vida ha reclamado que las autoridades se arrepintieran de los millones de víctimas del gulag y el terror comunista. ¿Fue escuchado?

-Me he acostumbrado al hecho de que, en todo el mundo, el arrepentimiento público es la opción más inaceptable para el político moderno.

-Hace trece años, cuando volvió del exilio, se sintió desilusionado de la nueva Rusia. Rechazó un premio propuesto por Gorbachov y también se negó a aceptar un premio que quiso darle Yeltsin. Pero ahora ha aceptado el Premio del Estado que le otorgó Putin, el antiguo jefe de la agencia de inteligencia FSB, cuya predecesora, la KGB, lo persiguió y denunció de manera tan cruel. ¿Cómo encaja todo esto?

-El premio en 1990 fue propuesto no por Gorbachov, sino por el Consejo de Ministros de la República Federativa Socialista Soviética Rusa, entonces parte de la URSS. El premio era por Archipiélago Gulag . Rechacé esta propuesta dado que no podía aceptar un premio por un libro escrito con la sangre de millones. En 1998 fue el punto más bajo del país, con gente en la miseria; fue el año en que publiqué el libro Rusia en colapso . Yeltsin decretó que se me debía dar el mayor honor del Estado. Respondí que no podía aceptar un premio de un gobierno que había llevado a Rusia a una situación tan terrible. El actual Premio del Estado es otorgado no por el presidente, sino por una comunidad de expertos de primera línea. En el Consejo de Ciencia que me nominó para el premio y el Consejo de Cultura que apoyó la idea hay alguna de la gente más respetada del país, autoridades en sus respectivas disciplinas. El presidente, como jefe del Estado, premia a los laureados en la fiesta nacional. Al aceptar el premio expresé la esperanza de que la amarga experiencia rusa, que he estado estudiando y describiendo toda mi vida, sea para nosotros una lección que nos preserve de nuevas caídas desastrosas. Vladimir Putin fue, efectivamente, un oficial de los servicios de inteligencia, pero no era un investigador de la KGB, ni fue jefe de un campo en el gulag. En cuanto al servicio en la inteligencia en el exterior, eso no es algo negativo para ningún país, a veces incluso merece ser alabado. Por ejemplo, nadie criticó a George Bush padre por haber sido jefe de la CIA.

-El actual presidente ruso dice que es hora de terminar con el rumiar masoquista del pasado, especialmente porque hay intentos "desde afuera", como dice, de provocar un remordimiento injustificado entre los rusos. ¿Esto no ayuda a los que quieren olvidar todo lo sucedido en el pasado soviético del país?

-Hay creciente preocupación en todo el mundo respecto de cómo manejará Estados Unidos su nuevo rol como única superpotencia del mundo, en lo que se convirtió como resultado de los cambios geopolíticos. En cuanto al "rumiar sobre el pasado", lamentablemente, la amalgama de lo "soviético" y lo "ruso", contra lo cual me pronuncié tan a menudo en la década del 70, no ha desaparecido en Occidente ni en los países ex socialistas, ni en las antiguas repúblicas soviéticas. En los países comunistas, la vieja generación política no estaba preparada para arrepentirse, mientras que la nueva generación está feliz de expresar sus quejas y lanzar acusaciones, y el Moscú actual es un blanco conveniente. De todos modos, me atrevo a pensar que esta etapa nada saludable pronto se terminará, que todos los pueblos que han atravesado el comunismo comprenderán que éste es el responsable de páginas amargas de su historia.

-Incluyendo los rusos.

-Si todos pudiéramos mirar con sobriedad nuestra historia, entonces ya no veríamos esta actitud nostálgica respecto del pasado soviético que predomina ahora en la parte menos afectada de nuestra sociedad. Tampoco los países del este europeo y las antiguas repúblicas sentirían la necesidad de ver en la Rusia histórica la fuente de su desgracia. No se debe adscribir los actos malvados de líderes individuales o de regímenes políticos a una falla innata del pueblo ruso y su país. No se debe atribuir esto a la "psicología enferma" de los rusos, como se hace a menudo en Occidente. Todos estos regímenes en Rusia sólo podían sobrevivir imponiendo un terror sangriento. Debemos entender claramente que sólo cuando los pueblos aceptan en forma voluntaria y consciente su culpa se aseguran la salud de su nación. Los reproches continuos desde afuera, por otro lado, son contraproducentes.

-Aceptar la propia culpa presupone que uno tiene suficiente información respecto del propio pasado. Sin embargo, los historiadores se quejan de que los archivos de Moscú no están tan accesibles ahora como en la década del 90.

-No hay duda de que se dio una revolución respecto de los archivos en Rusia a lo largo de los últimos 20 años. Miles de archivos han sido abiertos; los estudiosos ahora tienen acceso a cientos y miles de documentos anteriormente prohibidos. Ya se han editado o están en preparación cientos de monografías que los hacen públicos. En cuanto a los últimos años, nadie ha podido escapar al procedimiento legal para autorizar la publicación de archivos. Este procedimiento tarda más de lo que uno quisiera. De todos modos, los archivos más importantes del país, los Archivos Nacionales de la Federación Rusa (GARF), son tan accesibles ahora como en los años 90.

-Hace unos 90 años, Rusia fue sacudida primero por la Revolución de Febrero y luego por la Revolución de Octubre. Estos eventos aparecen en el trasfondo de todos sus trabajos. Hace pocos meses, usted reiteró su tesis de que el comunismo no fue resultado del régimen político ruso anterior; la Revolución Bolchevique fue posible sólo por el mal gobierno de Aleksandr Kerensky en 1917. Si se sigue esta línea de pensamiento, entonces Lenin fue nada más que una persona accidental, que logró venir a Rusia y tomar el poder con apoyo alemán. ¿Lo hemos entendido correctamente?

-No, no me han entendido correctamente. Sólo una persona extraordinaria puede convertir la oportunidad en realidad. Lenin y Trotsky eran políticos excepcionalmente ágiles y vigorosos que lograron usar las debilidades del gobierno de Kerensky en un período breve de tiempo. Pero permítame corregirlo: la Revolución de Octubre es un mito generado por los ganadores, los bolcheviques, y aceptado por los círculos progresistas de Occidente. El 25 de octubre de 1917 se dio en Petrogrado un golpe de Estado violento que duró 24 horas. Fue brillante y completamente planificado por León Trotsky. Lenin seguía oculto entonces para evitar ser juzgado por traición. Lo que llamamos "la Revolución Rusa de 1917" fue, en realidad, la Revolución de Febrero. Las razones que motorizaron esta revolución sí tienen su fuente en las condiciones prerrevolucionarias de Rusia y nunca he dicho lo contrario. La Revolución de Febrero tenía raíces profundas. En primer lugar estaba la mutua desconfianza de larga data entre la gente en el poder y la sociedad educada, una desconfianza profunda que hacía imposible ningún acuerdo, cualquier solución constructiva para el Estado. Por lo tanto, la mayor responsabilidad corresponde a las autoridades. Por lo que se puede decir efectivamente que la Revolución de Febrero fue "el resultado del anterior régimen político ruso". Pero esto no significa que Lenin fuera "una persona accidental" de ninguna manera. No hubo nada natural para Rusia en la Revolución de Octubre. Más bien, la revolución le quebró el espinazo a Rusia. El "terror rojo" desatado por sus líderes, su disposición a ahogar a Rusia en sangre, es la primera y principal prueba de ello.

-Su reciente trabajo en dos volúmenes, 200 años juntos fue un intento de superar un tabú que impide hablar de la historia común de los rusos y los judíos. Usted dice que los judíos son la fuerza líder del capital global y que se cuentan entre los principales destructores de la burguesía. ¿Debemos concluir que los judíos tienen más responsabilidad que otros por el fallido experimento soviético?

-Yo evité exactamente eso que implica su pregunta: no pido que se lleve un puntaje o que se haga comparaciones entre la responsabilidad moral de un pueblo u otro; lo que es más, excluyo completamente la noción de responsabilidad de una nación con relación a otra. Lo único que pido es autorreflexión. Todo pueblo debe responder moralmente por todo su pasado, incluyendo el pasado que es vergonzoso. ¿Responder por qué medios? Intentando entender. ¿Cómo se pudo permitir que pasara tal cosa? ¿Cuál fue nuestro error? ¿Podría pasar nuevamente? Es en ese espíritu específicamente que le correspondería al pueblo judío responder tanto por los asesinos revolucionarios como por la gente dispuesta a apoyarlos. No se trata de responder ante otros pueblos, sino ante uno mismo, la propia conciencia, y ante Dios. Así como los rusos debemos responder por los pogroms, por los campesinos incendiarios impiadosos, por esos soldados revolucionarios enloquecidos, por esos marineros salvajes.

-¿Han aprendido los rusos las lecciones de las dos revoluciones y sus consecuencias?

-Parece que comienzan a hacerlo. Una gran cantidad de publicaciones y películas sobre la historia del siglo XX, aunque de calidad desigual, son evidencia de una creciente demanda. Hace poco, el canal de televisión estatal "Rusia" difundió una serie basada en los trabajos de Varlam Shalamov, mostrando la verdad terrible y cruel de los campos de Stalin. No fue una versión diluida.

-¿Cómo evalúa el período de gobierno de Putin en comparación con sus predecesores, Yeltsin y Gorbachov?

-La administración de Gorbachov fue increíblemente ingenua en términos políticos, falta de experiencia y mucha irresponsabilidad respecto del país. No hubo disposición a gobernar, sino una renuncia inconsciente del poder. La admiración que le profesó Occidente fortaleció su convicción de que su postura era correcta. Pero dejemos en claro que fue Gorbachov y no Yeltsin, como se sostiene ampliamente ahora, el que primero dio libertades. El período de Yeltsin se caracterizó por una actitud no menos irresponsable respecto de la vida de la gente, pero de otra manera. En su apuro por pasar de la propiedad estatal a la privada, Yeltsin inició un remate masivo, por miles de millones de dólares, del patrimonio nacional. Para ganar el apoyo de líderes regionales, propuso directamente el separatismo y aprobó leyes que alentaron y potenciaron el colapso del Estado ruso. Esto por supuesto privó a Rusia de su rol histórico y disminuyó su gravitación en la comunidad internacional. Todo esto recibió aplausos aún más calurosos de Occidente. Putin heredó un país saqueado y confundido, con un pueblo pobre y desmoralizado. Y comenzó a hacer lo posible: una restauración lenta y gradual. Estos esfuerzos no fueron advertidos ni apreciados inmediatamente. Como sea, es difícil encontrar ejemplos en la historia de que los pasos de un país por restaurar sus fuerzas merezcan la aprobación de otros gobiernos.

-Pero prácticamente no hay oposición.

-Apenas si se puede encontrar opositores, salvo por los comunistas, igual que en tiempos de Yeltsin. Pero el crecimiento y desarrollo de una oposición, así como la maduración de otras instituciones democráticas, llevará más tiempo y exigirá hacer más experiencias.

-Pese a los altos ingresos por las exportaciones de petróleo y gas, pese al desarrollo de una clase media, hay un vasto contraste entre ricos y pobres en Rusia. ¿Qué puede hacerse para mejorar esa situación?

-Creo que la brecha entre ricos y pobres es un fenómeno extremadamente peligroso en Rusia y requiere la inmediata atención del Estado. Aunque muchas fortunas fueron amasadas en tiempos de Yeltsin por el robo, la única manera razonable de corregir la situación hoy no es atacar a las grandes empresas, sino abrir espacio para empresas medianas y pequeñas. Eso significa proteger a ciudadanos y pequeños empresarios del dominio arbitrario y de la corrupción. Significa invertir la recaudación por la venta de los recursos naturales en la infraestructura nacional, la educación y la salud.

-¿Rusia necesita de una idea nacional?

-Un concepto unificador como ése puede ser útil, pero nunca debe crearse artificialmente o imponerse de arriba hacia abajo por los poderes constituidos. Cuando comenzó la discusión del "desarrollo de una idea nacional" apresuradamente en la Rusia possoviética, traté de echar agua fría con la objeción de que, con todas las pérdidas devastadoras que habíamos tenido, bastaría con una sola tarea: la preservación de un pueblo moribundo.

-Pero Rusia a menudo se encuentra sola. ¿Cuáles son las dificultades de Occidente para comprender la Rusia moderna?

-Puedo señalar muchas razones, pero las más interesantes son psicológicas, es decir, el choque de esperanzas ilusorias con la realidad. Esto sucedió tanto en Rusia como en Occidente. Cuando volví a Rusia en 1994, el mundo occidental y sus estados eran adorados por los rusos. Reconozcamos que esto no era causado por un conocimiento real o una opción consciente, sino por la repugnancia natural hacia el régimen bolchevique y su propaganda antioccidental. Este estado de ánimo comenzó a cambiar con los crueles bombardeos de la OTAN a Serbia. Se puede decir que todas las capas de la sociedad rusa se sintieron fuerte e indeleblemente golpeadas por esos bombardeos. La situación empeoró cuando la OTAN comenzó a extender su influencia y absorber ex repúblicas soviéticas en su estructura. Esto fue especialmente doloroso en el caso de Ucrania, un país cuya proximidad con Rusia se define literalmente por millones de lazos familiares entre nuestros pueblos, parientes que viven a ambos lados de la frontera nacional. De un golpe, estas familias podrían verse desgarradas por una línea divisoria, la frontera de un bloque militar.

Por lo que la percepción de Occidente más que nada como un "caballero defensor de la democracia" ha sido reemplazada con la creencia desilusionada de que el pragmatismo, a menudo cínico y egoísta, está en la base de la política occidental. Para muchos rusos fue una grave desilusión, el aplastamiento de sus ideales. Al mismo tiempo, Occidente disfrutaba de su victoria luego de la agotadora Guerra Fría, y observaba la anarquía que duró 15 años bajo Gorbachov y Yeltsin. En este contexto, fue fácil acostumbrarse a la idea de que Rusia se había convertido casi en un país del Tercer Mundo y seguiría siéndolo para siempre. Cuando Rusia comenzó a recuperar algo de sus fuerzas como economía y como Estado, la reacción de Occidente, quizá subconsciente, basada en temores de otros tiempos, fue el pánico.

-Occidente la asoció con la ex superpotencia, la Unión Soviética.

-Es una lástima. Pero aun antes Occidente se engañaba, o quizás ignoraba convenientemente la realidad, viendo a Rusia como una democracia joven, mientras que, en realidad, no había ninguna democracia. Por supuesto que Rusia aún no es un país democrático; apenas comienza a construir la democracia. Es demasiado fácil cuestionar a Rusia por una larga lista de omisiones, violaciones y errores. Sin embargo, ¿acaso Rusia no extendió su mano solidaria a Occidente de manera clara y nada ambigua después del 11 de Septiembre? Sólo una debilidad psicológica o una miopía desastrosa pueden explicar el rechazo irracional de esta mano por parte de Occidente. Estados Unidos no había terminado de aceptar la ayuda críticamente importante de Rusia en Afganistán cuando comenzó a plantear cada vez más exigencias. En cuanto a Europa, sus demandas hacia Rusia se basan de modo bastante transparente en temores respecto de la provisión de energía que son injustificadas.

¿No se está dando Occidente un lujo inadmisible al rechazar a Rusia ahora, en particular dado que aparecen nuevas amenazas? En mi última entrevista en Occidente antes de volver a Rusia [para la revista Forbes, en abril de 1994] dije: "Si miramos el futuro lejano podemos imaginar un momento en el siglo XXI en el que Europa y Estados Unidos tendrán gran necesidad de Rusia como aliada"

Por Christian Neef y Matthias Schepp



LA NACION y Der Spiegel

Traducción: Gabriel Zadunaisky

Alexander Solyenitsin
Alexander Solyenitsin (Kislovodsk, 1918) vivió en carne propia los horrores del régimen soviético que él mismo apoyó inicialmente cuando, luego de graduarse en la Universidad, en 1941, sirvió a su ejército. Su posición cambiaría en forma radical pocos años después, cuando ya había obtenido el grado de capitán. Cuando llevó esas diferencias al papel en una carta que escribió desde el frente, en 1945, fue descubierto y condenado a ocho años de trabajos forzados por emitir comentarios antiestalinistas. La condena se cumpliría un mes antes de la muerte de Stalin, pero sus vivencias, y las de cientos de prisioneros entrevistados, sirvieron de base para Archipiélago Gulag , obra que le valió el Premio Nobel de Literatura. Publicado por primera vez en 1973, este libro logró denunciar ante el mundo el cruel sistema de prisión soviético, encarnado por los gulags o campos de trabajo. Mediante testimonios personales alternados con hechos históricos, la obra reconstruye la cruda vida cotidiana que debieron padecer millones de personas confinadas a los gulags durante el régimen. Hace pocos años, junto al historiador británico Robert Conquest, encabezó un trabajo de cinco mil páginas sobre la represión estalinista, que reveló miles de documentos secretos de la KGB y del Archivo Federal Ruso.

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