MIENTRAS OTROS SE ENTRETIENEN CON EL CIRCO ELECTORAL, NOSOTROS ("no somos los últimos del ayer sino que los primeros del mañana") PONGAMONOS A ESTUDIAR PARA SABER PORQUÉ LUCHAR Y EN BASE A QUÉ TENDREMOS QUE CONSTRUIR DESPUES DE VENCER Y DESTRUIR LA INJUSTICIA ESTABLECIDA.
En nuestro tiempo (a lo largo de todo el Siglo XX), los marcos teóricos para explicar la realidad social vienen dados exclusivamente por las ciencias sociales norteamericanas o las marxistas o una que otra fórmula europea intermedia.
No se sale de ahí (más allá de los matices entre unos y otros autores).
La concertación académica entre liberales y marxistas para reprimir todo pensamiento que se aleje de sus parámetros –y específicamente, desde 1945, para hacer invisible e incomentable toda cuestión racial y, en lo posible, toda cuestión nacional- ha hecho creer que no existen otros marcos teóricos que puedan explicar la realidad social.
Pero no ha sido así.
Ha habido pensadores y científicos que, aunque marginados del sistema académico oficial (o confinados a sus rincones), han seguido desarrollando líneas de investigación y de pensamiento para las cuales lo nacional y lo racial tienen un lugar central.
Uno de ellos ha sido JACQUES MARIE DE MAHIEU, de quién entregamos aquí la Segunda Parte de su marco teórico integrador, verdaderamente holístico y no reduccionista, en el que se asigna un valor a cada uno de los factores que explican el comportamiento humano en sociedad.
PETRAS PETRUS DE PETRIS.
Reproducido de LAS NOTAS DE PEDRO VARELA
http://www.facebook.com/note.php?note_id=131013184971
Ponemos ahora a disposición de los lectores de Los Documentos del Carteropetras la Segunda Parte de LOS FUNDAMENTOS DE BIOPOLÍTICA DE JACQUES DE MAHIEU (los subrayados son nuestros/NDE). La Primera Parte fue reproducida en la edición del 2-11-2009 de Los Documentos del Carteropetras.
Nota introductoria de Oscar Castellanos, Administrador de la página facebook de Pedro Varela:
Ante la persecución de la policía del pensamiento, pongo a disposición este pequeño libro, muy interesante para comprender de conjunto, la importancia del factor racial para el desarrollo de todas las comunidades.
El tratamiento del silencio o de la persecución a este pequeño texto, no ha sido suficiente, como para ocultar las verdades evidentes que surgen del estudio serio de la cuestión racial.
Agradezco de antemano a quienes faciliten este texto a sus amigos, a su familia, a sus camaradas, recuerden hacer el bien, difundir la verdad y preservar la belleza...
Segunda Parte de "FUNDAMENTOS DE BIOPOLÍTICA" de JACQUES MARIE DE MAHIEU.
21. LAS COMUNIDADES POLIETNICAS.
El inciso anterior sólo se refiere a las sociedades políticas de raza homogénea.
Pero acontece que, por el juego de circunstancias históricas diversas, una Comunidad comprenda a veces a individuos y grupos pertenecientes a distintas grandes razas o conjuntos étnicos esencialmente diferenciados.
Ora las razas en presencia son indudablemente desiguales, como cuando se trata de blancos y negros, por ejemplo; ora son tan sólo diferentes, o desiguales con respecto a una escala de valores sujeta a discusión.
La valía de tal Comunidad poliétnica depende evidentemente de los elementos raciales que la componen.
Pero ¿es exacto decir, como en el caso de una Comunidad étnicamente homogénea, que dimana de su masa hereditaria? No, pues no están en juego una sino varias masas hereditarias diferentes y, a menudo, desiguales que actúan por su presencia, pero también por sus relaciones.
Así los negros de los Estados Unidos disminuyen, por los problemas que su existencia suscita, el valor político de la Comunidad de que forman parte, mientras que los negros del Angola dan a esa provincia portuguesa una mano de obra sin la cual ni siquiera podría subsistir. ¿Por qué tal diferencia? Simplemente porque, en el primer caso, las instituciones no corresponden a la realidad. Las leyes federales norteamericanas no tienen en cuenta ni la existencia ni menos todavía la desigualdad de hecho de los dos conjuntos étnicos asociados: están elaboradas para los blancos y aplicadas tales cuales a los negros, lo que constituye un disparate creador de todas las dificultades que se saben. La convivencia, en una misma Comunidad política, de razas desiguales no es en sí, ni mucho menos, un factor de inferioridad.
Por cierto, una nación étnicamente unitaria posee, además de su valor esencial, una particular eficacia en la acción como en la resistencia. Pero no es sino la eficacia de lo que es: sería estúpido adquirirla por mestización a expensas del ser de la raza dominante.
Una Comunidad poliétnica jerarquizada posee, en el valor de su componente superior aumentado de las posibilidades del inferior, mientras que la fusión establecería la unidad en un nivel intermedio entre las dos razas originarias. Se crearía además, durante varias generaciones, un perjudicial estado de heterogeneidad.
Notemos, por otra parte, que unidad étnica y unidad política no se confunden. La cohesión política de la Comunidad depende de la organización social y del poderío del Estado del que depende la síntesis de las fuerzas en juego.
Cuando los conjuntos étnicos inferiores son mantenidos en el lugar que corresponde a su valor funcional en el seno de la sociedad de que forman parte, no sólo no amenazan la unidad sino que contribuyen a afirmarla, puesto que representan fuerzas útiles del haz comunitario.
El problema etnopolítico de las relaciones interraciales sólo se plantea a partir del momento en que uno o varios elementos constitutivos escapan del orden social y tienden a obtener un lugar que no corresponde a su valor intrínseco ni a su papel orgánico, vale decir rehúsan desempeñar su función propia en el seno de la Comunidad.
22 LA ESPECIALIZACION RACIAL EN UNA SOCIEDAD ORGANICA.
Los liberales que predican y, a menudo imponen la igualdad política de las razas olvidan que, si bien ciertos derechos son inherentes a la misma naturaleza del hombre y otros, al valor individual, los derechos propiamente políticos corresponden no sólo, a obligaciones, lo que constituye el aspecto moral del problema, sino sobre todo a una función social.
Pero las funciones, en el seno de una Comunidad, por poco desarrollada que esté, son desiguales en importancia y exigen de los que las desempeñan capacidades desiguales. ¿No es lógico y posible concebir una Comunidad polietnica en la cual ciertas funciones estuvieran reservadas orgánicamente a tal conjunto racial que manifestara para ellas particulares aptitudes?
La raza inferior, o simplemente inasimilable, encontraría su lugar en la sociedad política y gozaría de los derechos correspondientes, y solamente de éstos.
No faltan ejemplos históricos de semejante organización. El más conocido es, sin duda, el de los Estados Unidos antes de la guerra de secesión. Los negros desempeñaban funciones subalternas determinadas. Poseían, en contrapartida, el derecho de ser alimentados, alojados y vestidos, aun en la vejez; de ser asistidos en caso de enfermedad y protegidos siempre. Útiles a la Comunidad de que formaban parte, nadie pensaba en excluirlos de ella ni en odiarlos. Cuando la victoria del Norte liberal hubo suprimido esta especialización racial y roto el orden funcional poliétnico, los negros no adquirieron, por supuesto, las capacidades cuyo defecto los había hecho colocar en el más bajo nivel de la escala social; salvo algunas excepciones individuales, siguieron siendo peones y criados y todavía lo son hoy, después de cien años.
Conservaron, pues, las funciones para las cuales estaban predispuestos. Pero perdieron los derechos correspondientes: los negros proletarios no conocen ni seguros ni jubilación ni estabilidad en él empleo. Se les reconocieron sí los mismos derechos políticos que a los blancos de quienes se creyeron entonces iguales. Se volvieron, por sus reivindicaciones, un peligro para una Comunidad en la que no aparecían más como necesarios: de ahí las reacciones a menudo brutales de que sufrían y sufren los efectos. Así como una raza de células (1) que pierde su función orgánica, los negros de los Estados Unidos se han transformado en un verdadero cáncer social. Es tan vano reprochárselo como indignarse. No se trata de culpabilidad ni de buenos sentimientos, sino de una situación etnopolítica cuyas causas conocemos y que se debe remediar, de ser todavía posible, por una reestructuración de la Comunidad.
23. LA ESCLAVITUD.
Durante siglos, la esclavitud resolvió el problema; más exactamente, impidió que se planteara.
Por una coacción efectiva o teórica, los negros estaban agregados a las familias blancas de las que se volvían parte integrante, en posición subordinada.
La sociedad esclavista no estaba constituida, pues, por dos conjuntos raciales yuxtapuestos, sino por una multitud de células familiares biétnicas. Por cierto, el sistema no era perfecto, ni mucho menos, y numerosas reformas se imponían. Pero corresponde juzgar la esclavitud desde el punto de vista político, vale decir, con respecto a su fin: la convivencia armónica de dos o más razas en una misma Comunidad.
No podemos dudar de que el sistema mantuvo entre blancos y negros relaciones orgánicas funcionales conformes al valor relativo de los grupos étnicos en contacto, si bien no siempre de los individuos que los componían.
El esclavo estaba incorporado en la sociedad; no se lo trataba como paria ni como enemigo; se beneficiaba generalmente, tenido en cuenta el nivel de vida de la época, con una posición superior a la del proletario que es hoy en día.
El amo estaba protegido no solamente contra las consecuencias de una eventual lucha de razas sino también y sobre todo contra el posible olvido de su superioridad étnica.
El sistema esclavista complementaba, en efecto, la desigualdad de hecho de las razas con una desigualdad de derecho.
El blanco podía cometer un desliz con una negra: el pequeño mulato, cualquiera fuese el color de su piel, no franqueaba la barrera étnico-social. La mestización mejoraba por consiguiente la raza inferior sin jamás contaminar la superior.
Sin embargo, se la apruebe o no, la esclavitud pertenece al pasado y no es posible volver a ella, cuando más no fuera por la sencilla razón de que la familia semipatriarcal, que la supone, ya no existe casi en ninguna parte.
Por lo menos debemos sacar la lección de la experiencia: la Comunidad poliétnica sólo es satisfactoria cuando el conjunto inferior está incorporado orgánicamente en el conjunto superior, sin poder amenazar la integridad racial de este último.
24. LA SEGREGACION.
En defecto de una verdadera solución que responda a la ley biopolítica que acabamos de enunciar, no queda sino el recurso de los paliativos de defensa.
Paliativo, en efecto, la segregación que vemos aplicar con mayor o menor acierto por las Comunidades poliétnicas contemporáneas que no aceptan la idea de su decadencia por mestización. Se busca separar las razas que conviven en un mismo territorio y evitar en alguna medida su contacto por no haber podido o querido organizarlo; vale decir atenuar un mal que la sociedad se reconoce impotente a suprimir.
Ora la limitación de las relaciones es mero hecho de costumbre, ora es legal. La comprobamos relajada en Nueva York y estricta en Sudáfrica.
Pero siempre se demuestra insuficiente.
Primero porque es poco sincera: el blanco quiere apartar a los negros de su familia, su barrio o su coche, del ferrocarril, pero no de su fábrica porque constituyen una mano de obra barata para ciertos trabajos. O bien se los utiliza como carne de cañón.
A veces la hipocresía liberal hace afirmar legalmente una igualdad de derechos que se niega de hecho.
Pero, fuera absoluta la segregación, provista la raza inferior o inasimilable de un estatuto, prohibido el casamiento interracial y castigado como crimen el apareamiento, todo eso aun no constituiría ninguna solución satisfactoria.
Pues la segregación forma bloques raciales que, rápidamente, en razón de la diferencia de condiciones de vida, o de la mera voluntad de poderío, se vuelven antagónicos.
El esclavo negro no era ni se sentía solidario del conjunto de su raza sino de la familia de la que formaba parte y cuyo destino compartía de derecho y de hecho.
El proletario negro es y se siente por el contrario, unido con sus hermanos de raza por una condición común y un aislamiento compartido.
Un esclavo negro maltratado maldecía a su mal amo; un proletario negro humillado proclama la lucha de razas.
No hay sino dos soluciones valederas: el apartheid geográfico o la integración de los elementos étnicamente inferiores en una sociedad orgánica, dándoles la posibilidad de desarrollar sus potencialidades en grado máximo; posibilidad ésta que no poseen en la sociedad igualitaria que pone de relieve su inferioridad en lugar de compensarla con un orden social jerárquico.
25. DIALECTICA DE LAS RAZAS EN UNA COMUNIDAD POLIETNICA
Existe, pues, en el seno de toda Comunidad poliétnica, un doble movimiento dialéctico. Por un lado, salvo en el caso de una sociedad orgánica perfectamente establecida, la comunidad racial inferior o inasimilable mantenida bajo tutela protesta contra su estado, se opone al grupo dominante y lucha por su liberación, cuando no por la supremacía política.
Pero, por otro lado, las dos comunidades tienden a fusionarse por mestización.
Este último proceso tiene dos motivos: la atracción sexual y el deseo de los inferiores de acercarse a sus amos.
El primer fenómeno es bien conocido: se le debe la mayor parte de los mestizos.
El segundo exige alguna explicación. Se ha comprobado en los Estados Unidos, que los mestizos se casaban entre sí y que los negros se casaban de preferencia con mestizas tan claras como fuera posible.
En el seno del conjunto interviene por consiguiente una selección que obra en favor de la reproducción de mestizos cada vez más próximos al tipo blanco. Se llega así al nacimiento cada vez más frecuente de "negros blancos” vale decir de individuos mestizos que poseen apariencias de blancos.
De ahí el fenómeno del passing, por el cual dichos mestizos, cambiando el lugar de su residencia, logran hacerse pasar por blancos, se casan, dentro de la población blanca e introducen así en ella genes melánicos. El passing no es posible, evidentemente, sino por falta de discriminación étnica legal. Pero existe, y los Estados Unidos están en vías de "negrificación".
La mezcla completa daría una nueva raza que manifestaría, posiblemente, cualidades de imaginación que no posee la población blanca actual. Pero desaparecerían irremediablemente la energía y el poder creador que caracterizan a los pueblos arios. Notemos, por otro lado, que dicho proceso de mestización es muy lento, sobre todo en los Estados Unidos donde la conciencia de raza está muy desarrollada, pero que la prolificidad de los negros superior a la de los blancos hace aumentar constantemente el porcentaje de africanos en la sociedad norteamericana.
Si no se toman las indispensables medidas etnopolíticas, se puede prever el día en que no sólo una importante fracción de los blancos, o llamados tales, tendrá sangre melánica sino, más todavía, en que los mulatos dominarán numéricamente a la población blanca, como ya ocurre en el Brasil.
26. DIALECTICA DE LAS RAZAS EN EL MUNDO.
La prolificidad de las razas inferiores y la relativa esterilidad de las razas superiores son hechos que no interesan solamente a las Comunidades poliétnicas, sino al mundo entero.
Las pocas advertencias que, en el curso de la primera mitad de este siglo, pusieron en guardia a Europa contra el "peligro amarillo” hicieron sonreír. No se ha necesitado mucho tiempo para que la realidad se afirmara de modo evidente.
Las naciones blancas ya ni siquiera están obligadas a defenderse, sino que retroceden. Han perdido casi todos sus territorios coloniales.
Algún día los blancos serán perseguidos en su propio suelo por pueblos inferiores en cualidad pero superiores en número. Los europeos han despertado a los amarillos de su sueño milenario, han impedido a los negros matarse entre sí y los han obligado a producir más y más alimentos. Llevando la higiene y la medicina a los pueblos inferiores, han multiplicado a sus adversarios de hoy y de mañana y han roto así el equilibrio étnico del planeta. Son blancos los que han fomentado y siguen fomentando, contra otros blancos, las insurrecciones coloniales.
Pero todo eso no sería muy grave si los arios hubieran conservado sus cualidades ancestrales: a la guerra entre naciones blancas sucedería la guerra entre el mundo blanco y el mundo de color. Desgraciadamente, no parece que así sea.
La degeneración de la gran raza blanca es ya tan profunda y su menosprecio de las leyes más elementales de la biopolítica tan general, que uno se pregunta si todavía está a tiempo para reaccionar.
III LA GENOPOLITICA.
27. BIOPSICOLOGIA Y ORDEN SOCIAL.
Consideremos ahora una Comunidad de raza homogénea o en proceso de homogeneización suficientemente adelantado para que no sea necesario tomar en cuenta en su seno a grupos étnicos diferenciados.
Si la examinamos desde el punto de vista sociológico, nos aparecerá como un conjunto de grupos sociales y asociaciones, entrelazados y jerarquizados, que desempeñan funciones diversas, y podremos trazar su esquema orgánico.
¿Nos dará éste una idea completa de la sociedad en cuestión? No, pues ésta está formada, en última instancia, por individuos repartidos en los grupos de marras cuya materia prima humana constituyen.
Estos individuos son diferentes y desiguales por los caracteres biológicos y psíquicos que poseen. Sus diferencias y su desigualdad repercuten necesariamente en los grupos sociales de que forman parte.
El sociólogo y, con más razón, el especialista en ciencia política, no pueden por consiguiente ignorar la biopsicología, vale decir la disciplina que estudia al hombre, en su unidad y su integralidad; no al Hombre abstracto que Maistre decía no haber encontrado nunca de ninguna parte, sino al hombre real, con sus caracteres generales pero también con sus particularidades.
La raza no es, por lo tanto, sino uno de los datos del problema biopolítico.
Si la eliminamos de nuestros futuros análisis por ser común al conjunto social considerado, nos queda por establecer las relaciones que existen o deberían existir entre los grupos sociales y la naturaleza biopsíquica de los seres que los componen.
Ya que dichos grupos son esencialmente funcionales, nuestra búsqueda tenderá lógicamente a establecer su especialización orgánica sobre la base de la diferenciación biopsíquica de los individuos. Tal es la tarea de la genopolítica.
28. LA ESPECIALIZACION SOCIAL BIOPSIQUICA.
Aunque, en nuestros días, no se lo admita fácilmente en sus consecuencias, el principio de la especialización social biopsíquica tiene vigencia en todas las sociedades existentes.
Ninguna Comunidad desconoce las diferencias de edad de sus miembros. En todas partes la adolescencia está reservada al estudio, la madurez al trabajo y la vejez al descanso. ¡Piénsese en el absurdo que resultaría de la inversión de este orden!
La edad es uno de los factores esenciales de la diferenciación biopsíquica: el niño no tiene ni las mismas posibilidades físicas ni las mismas disposiciones psíquicas que el hombre maduro ni el hombre maduro que el anciano.
De modo más general, la división del trabajo en toda sociedad organizada se funda, en alguna medida, en las capacidades particulares de los individuos: no se eligen los profesores por sus músculos, ni los estibadores por su sentido estético.
Por lo tanto, el orden funcional tiene necesariamente en cuenta las disposiciones individuales o, mejor, se apoya en ellas, y nadie lo pone en duda.
Sin embargo, se protesta frecuentemente contra la desigualdad funcional de los sexos, que es por lo menos tan manifiesta.
La función de reproducción es esencial para la Comunidad que, sin ella desaparecería en algunos decenios.
Ahora bien: los papeles biológicos del hombre y la mujer son diferentes y sus consecuencias sociales también lo son: es la madre la que tiene al niño en su seno y le da de mamar. Por consiguiente, ella no es disponible para un trabajo regular de producción y es natural que el hogar quede a su cuidado.
Por otro lado, la conformación corpórea y las cualidades psíquicas que le están ligadas no son más idénticas en la mujer y el hombre que en la vaca y el toro, si se nos permite la comparación. Nadie pensaría en hacer pelear vacas en la arena.
¿Por qué, entonces dar a las mujeres las mismas funciones sociales que a los hombres? Las mujeres no están hechas para combatir, ni para mandar, ni para crear. Con razón se ha notado, en el orden artístico, que ninguna mujer fue jamás un gran compositor a pesar de que la exclusividad de la cultura musical está reservada, con pocas excepciones, al sexo femenino.
Tenemos, sin embargo, que expresar la misma reserva que en lo que atañe a los conjuntos raciales: existen mujeres superiores a muchos hombres desde el punto de vista de la energía combativa, la capacidad de mando y el poder de creación. Esto no invalida la diferenciación funcional que naturalmente corresponde a su sexo.
29. LA FAMILIA.
Dicha especialización se afirma ante todo en la familia, grupo biopsíquico teóricamente completo, producto de la unión del varón y la mujer.
La familia es un grupo funcional caracterizado: tiene por papel primordial la procreación y educación de los niños.
Sabemos, por nuestros análisis del capítulo I, que el ser humano recibe de sus padres la totalidad de su dotación hereditaria. Por lo tanto, es un heredero no sólo por lo que adquiere después de su nacimiento sino también y ante todo por lo que es.
Resulta paradójico, pues, que millones de educadores en el mundo se dediquen a orientar al niño entre sus potencialidades buenas y malas mientras que nadie, o casi nadie, se preocupa por la selección de los padres de quienes provienen dichas posibilidades o mientras que la selección que se practica se funda en consideraciones económicas que no tienen mucho que ver, sobre todo en la sociedad moderna, con las realidades biopsíquicas.
La historia reciente conoció, sin embargo, varias formas de selección valederas cuya tradición se perpetúa en algunos medios, desgraciadamente cada vez más restringidos. La nobleza se trasmitía, en el Antiguo Régimen, por herencia paterna: era olvidar que la madre da al niño tantos genes como el padre. Pero la costumbre generalmente completaba la ley y las mésalliances eran excepcionales. Algunas órdenes militares se mostraban más estrictas en este campo y exigían de sus miembros por lo menos cuatro cuarteles de nobleza. Aun en nuestros días, las familias reales europeas, con pocas excepciones, se unen entre sí indefinidamente. Notemos por fin que la historia más lejana nos habla de ciertas familias que, aisladas por razones étnicas o simplemente biopsíquicas dentro de una población inferior, conservaban por una estrecha consanguinidad sus cualidades particulares: así las familias imperiales del Perú y, en lo que atañe a la última dinastía, de Egipto.
30. EL LINAJE.
La familia puede, por consiguiente, perpetuarse por uniones sucesivas total o relativamente consanguíneas y constituir así un linaje que conserve un haz de cualidades biopsíquicas determinadas.
Este fenómeno no es propio de tal o cual estrato social.
Existen tanto linajes obreros y campesinos como linajes aristocráticos y la noción de mésalliance vale para todos los niveles de la escala social.
Aun cuando de hecho sea a menudo el resultado de prejuicios, en el pleno sentido de la palabra, dicha noción posee sólidas bases científicas y corresponde a un peligro real de destrucción del linaje.
Introducir en éste un elemento desconocido o simplemente extraño es hacer una experiencia sobre la cual no se podrá nunca volver. ¿Cuál será la síntesis biopsíquica que resulta de ella? La previsión en este campo nos está vedada, al menos por el momento.
La conservación endogámica de la masa hereditaria tradicional asegura, por el contrario, salvo caso de degeneración, la unidad en el tiempo del tipo familiar, físico y psíquico. La existencia de tal tipo no puede negarse en los linajes homogéneos. El mismo lenguaje corriente lo admite cuando recurre a la expresión "aire de familia".
La historia conoce linajes de artesanos, campesinos, industriales, artistas, estadistas, jefes de guerra, etc.
El linaje es, por lo tanto., un conjunto biopsíquico hereditario diferenciado. No se distingue en su esencia de la raza.
Así como vimos las grandes razas dividirse en conjuntos secundarios, vemos ahora a éstos subdividirse en linajes. Ahora captamos mejor la unidad de la biopolítica. Comprendemos mejor también que haya que tomar en cuenta, para instituir un orden social orgánico, no solamente los varios: conjuntos étnicos que pueden convivir en una Comunidad, sino también los conjuntos biopsíquicos, de la misma naturaleza pero de grado distinto, en los cuales se dividen los conjuntos raciales homogéneos.
31. EL ESTRATO SOCIAL.
Veremos más adelante cómo se diferencian los linajes.
Pero tenemos que notar de inmediato que, salvo en los casos de estricta consanguinidad, no se forman ni se mantienen en el aislamiento.
Las uniones entre linajes de la misma jerarquía, si no del mismo valor, y a menudo de la misma función social producen con el tiempo una homogeneización que los unifica en un conjunto más amplio: es éste el origen del estamento del Antiguo Régimen (salvo, por supuesto, en cuanto al clero católico, de naturaleza distinta), con sus subdivisiones; es también, pero en menor grado, el de la clase contemporánea.
El estamento, en una Comunidad étnica homogénea, se puede comparar con la casta de la Comunidad mestizada, pero con una diferencia fundamental: la casta es necesariamente cerrada porque está fundada en una síntesis particular de caracteres raciales esencialmente diferenciados, que no se quiere modificar.
El estamento, por el contrarío, puede ser abierto a los mutantes porque los caracteres biopsíquicos que le pertenecen en propio son accidentalmente diferenciados, lo que no quiere decir que son el producto del azar sino simplemente que nacieron y pueden nacer todavía por acción del medio.
Las clases sociales modernas no han conservado íntegramente la naturaleza biopsíquica de los estamentos. La sociedad liberal ha favorecido el acceso a la capa dirigente de elementos inferiores pero sometidos conscientemente o no, a la voluntad de la oligarquía capitalista. Ha permitido la elevación social por la fortuna. Al mismo tiempo, ha rebajado hacia las capas inferiores, o mantenido en ellas, a los elementos dinámicos que consideraba peligrosos en razón de su valía.
No deja de ser verdad, como lo nota muy justamente Carrel, que los campesinos que han permanecido apegados a su tierra a pesar del llamado de la fábrica lo han hecho porque poseían las cualidades y lagunas que los hacían aptos para tal modo de vida. Asimismo, el peón que se muestra incapaz de convertirse en oficial padece manifiestamente una insuficiencia orgánica y psíquica.
Todo el mundo admite el hecho, aun cuando sea imperfecta, esta naturaleza biopsíquica de las capas sociales, reconociendo la existencia de tipos físicos y mentales que las expresan.
Existe un tipo campesino, un tipo proletario, un tipo burgués, un tipo aristocrático, etc., tan diferentes los unos de los otros que algunos creyeron poder explicarlos exclusivamente por distintos orígenes raciales.
32. EL ORIGEN DE LA ESTRATIFICACION SOCIAL.
Tal es en particular la tesis Gobineau: la estratificación social sería el producto de la conquista militar y el sometimiento de los vencidos.
Así, en Francia, la nobleza procedería de los invasores germanos de raza nórdica, altos, rubios y dolicocéfalos, mientras que el resto de la población sería galorromano, con predominio numérico del elemento alpino, bajo, moreno y braquicéfalo. Esta explicación, establecida en función del fijismo étnico de su autor y por analogía con el sistema indio de las castas, peca por históricamente inexacta.
Queda demostrado, en efecto, que la aristocracia feudal francesa se constituyó por la unión de los jefes bárbaros y los patricios galorromanos y, por otra parte, se aumentó y renovó, a lo largo de los siglos, por innumerables ennoblecimientos.
Esto no invalida el hecho de la supremacía social del tipo dolicocéfalo y Vacher de Lapouge lo estableció sólidamente sobre bases estadísticas: la estatura media y la proporción de altas estaturas, así como la de dolicocéfalos, aumentan con el nivel social. Según el mencionado sociólogo, la razón de tal fenómeno sería simplemente la superioridad del tipo nórdico que se conservaría a pesar de la mezcla de razas y se concentraría en las capas dirigentes de las cuales eliminaría en alguna medida, por selección, el tipo alpino.
Tal interpretación no tiene en cuenta la variabilidad de los caracteres en los cuales Vacher de Lapouge la funda.
Tenemos, hoy en día, motivos para creer que el índice cefálico se modifica por acción del medio: Boas parece haber demostrado que los hijos de inmigrantes dolicocéfalos y braquicéfalos tienden, en Nueva York, a la mesocefalia.
También sabemos que la estatura no es ningún factor hereditario inmutable y que la vida urbana, por lo general, determina su aumento.
Por fin, el mismo Lapouge demuestra que la despigmentación del pelo y la piel proviene de una atrofia patológica producida por los climas fríos y brumosos y que es corregible, aunque hereditaria, por cambio de las condiciones de vida.
Por lo tanto, parece claro que la estratificación social depende de factores accidentalmente diferenciados y es el producto del doble movimiento de los tipos anteriormente constituidos que se unen por afinidad y capacidad y del medio funcional que transforma, cuando es preciso, a los seres que reciben su presión.
33. DIFERENCIACION HEREDITARIA Y ESPECIALIZACION FUNCIONAL.
Examinemos el primer punto.
Sea una sociedad en formación, tal como la de la "frontera" norteamericana al final del siglo pasado. No iban al Oeste sino hombres aventureros y emprendedores. Los que poseían alma de jefe, constitución física adecuada e inteligencia suficiente agrupaban naturalmente alrededor de ellos a individuos fuertes y valerosos, pero incapaces de dirigir una operación contra los indios y conquistar una estancia en la pradera.
Otros, inteligentes, pero menos audaces o incapaces de mandar, abrían almacenes.
La especialización funcional, en un medio donde casi no intervenían la fortuna ni las convenciones, se hizo, por consiguiente, sobre la única base de las capacidades biopsíquicas de los individuos, exactamente como en la alta Edad Media europea.
No ocurre lo mismo, evidentemente, en las sociedades organizadas, y mal organizadas, de hoy.
El orden establecido pesa sobre las individualidades fuertes que tratan de elevarse, mientras que mantiene artificialmente a seres inferiores en un nivel que no corresponde a su reducida capacidad.
Pero si consideramos a los conjuntos y ya no a los individuos, comprobaremos que, por lo general, existe todavía una concordancia entre la función y la dotación hereditaria de quien la desempeña.
Y eso se produce sencillamente porque, en la sociedad contemporánea como en la "frontera” aunque en menor grado, la función requiere caracteres biopsíquicos particulares.
En el régimen más igualitario, no es posible nombrar a un fogonero comandante de buque.
La estratificación social se funda, por lo tanto, en la selección biopsíquica de individuos que responden a las exigencias de las diversas funciones.
Desde este punto de vista, resulta exacto decir, con Vacher de Lapouge, que las capas sociales "atraen" a seres de determinado tipo.
34. VARIABILIDAD HEREDITARIA POR LA FUNCION.
Pero este punto de vista es insuficiente.
Cuando el desarrollo de la industria multiplicó las fábricas, no existía ningún tipo proletario hereditario que sirviera de norma para el reclutamiento.
Los industriales fueron a buscar a sus obreros entre los campesinos, (los cuales eran de un) tipo fijado por siglos de un modo de vida sin cambio. Por cierto atrajeron en primer lugar a los menos capaces, a los "menos campesinos” pero muchos otros siguieron el ejemplo, quienes estaban sin embargo perfectamente adaptados al trabajo de la tierra. No obstante, vemos hoy en día a una clase proletaria biopsíquicamente tan diferenciada como sea posible de la población campesina.
Asimismo, para volver a nuestro ejemplo anterior, la aristocracia europea del Antiguo Régimen tenía un tipo muy diferente del de la burguesía, en el sentido propio de la palabra, en la cual se reclutaba continuamente.
Vacher de Lapouge nota con razón que los cronistas de la época siempre describen al señor medieval como alto, esbelto y rubio, mientras que el villano aparece como petizo, rechoncho y moreno. Las cualidades mentales no eran, por supuesto, menos distintas. Sin duda, ciertos ennoblecidos eran mutantes individualmente diferenciados de su estrato de origen. Pero la mayor parte sólo se distinguían de su medio primitivo por el grado de sus cualidades: se mostraban más valerosos, más audaces, más inteligentes más aptos para el mando y físicamente menos pesados que la mayoría de sus pares. Algunas generaciones bastaban, con la ayuda de los matrimonios, para incorporar a los recién llegados en la antigua nobleza, sin que las características de esta última fuesen modificadas. El fenómeno nada tiene de sorprendente. Los ennoblecidos y sus descendientes recibían la presión del nuevo medio en el cual vivían. En lugar de obedecer, mandaban. En lugar de dirigir el arado o manejar la herramienta, andaban a caballo y combatían. En lugar de alimentarse principalmente con harinas y carnes de animales domésticos, comían caza y a menudo reemplazaban el agua por el alcohol. Los valores morales a los cuales estaban sometidos ya no eran los mismos. Su cuerpo y su mente se transformaban por adaptación a su nueva existencia. De campesinos o burgueses, se volvían señores.
Captamos ahora la doble relación que existe entre la función y el tipo humano.
La función atrae y por consiguiente selecciona a seres que poseen el tipo correspondiente a sus necesidades, pero el tipo relativamente inadecuado se adapta a la función y se modifica bajo su influencia. Si es exacto decir que, en una Comunidad de homogeneidad todavía imperfecta, las supervivencias étnicas constituyen, como las mutaciones biopsíquicas, un factor de la especialización funcional, no lo es menos afirmar que la función crea la "raza” vale decir forma conjuntos biopsíquicos homogéneos según un proceso semejante al del que nacen los conjuntos étnicos accidentalmente diferenciados.
35. IMPORTANCIA DE LA DIFERENCIACION FUNCIONAL.
La tipología funcional de los conjuntos sociales es, por consiguiente, relativa como la de las razas: se apoya en la frecuencia de aparición de caracteres que no se encuentran sino excepcionalmente todos juntos en una misma persona.
Es fácil, y tanto la sociología como la psicología a menudo lo han hecho, comprobar la existencia no de un tipo funcional por conjunto sino de varios, así como (se puede) establecer sobre bases experimentales las semejanzas que se afirman en tal o cual campo entre tipos pertenecientes a conjuntos distintos.
Entre el aristócrata y el intelectual de "clase media" puede haber y generalmente hay menos diferencia desde tal o cual punto de vista que entre dicho aristócrata y el hidalgo, mientras que éste a menudo se parece más, en lo que atañe a tal o cual carácter, a los campesinos que a sus pares.
¿Qué significa esto? Simplemente que cada estamento o clase abarca en realidad una multiplicidad de profesiones diversas que constituyen subcategorías funcionales, a las que corresponden tipos biopsíquicos diferenciados.
La nobleza comprende a estadistas, militares, diplomáticos, intelectuales, campesinos; el proletariado, a estibadores, mecánicos, grabadores, etc. Las clases medias son todavía más complejas.
Pero ciertas profesiones son comunes a varios estratos: caracteres comunes se sobreponen por consiguiente a los caracteres diferenciados.
Se dirá con razón del hidalgo: es un campesino, pero no se lo confundirá con campesinos de otra extracción social, aun infinitamente más ricos que él.
Dicho de otro modo, la jerarquía priva sobre la diferenciación profesional, pero esta última actúa sin embargo sobre los varios niveles de la estratificación social.
Existe, por lo tanto, una diferenciación vertical – jerárquica - y una diferenciación horizontal – profesional - que suman sus efectos.
De modo general, la primera es la más profunda. Será más fácil a un estibador volverse mecánico que diplomático, como también a un hidalgo convertirse en oficial del ejército más bien que en labrador.
Si se duda de la eficacia de la diferenciación funcional hereditaria, basta recordar la frase desengañada de Trotsky sobre “la incapacidad congénita del proletariado en volverse clase dirigente", o poner en paralelo algunos retratos elegidos al azar de miembros de la antigua aristocracia rusa con las fotografías de algunos líderes de la actual burocracia salida de las capas inferiores de la población sin que el tiempo haya podido realizar su obra.
La estratificación biopsíquica de la sociedad es tan acentuada que llega a veces a superar, sin destruirlas, por supuesto, las diferencias entre grandes razas.
Un aristócrata japonés, de estatura relativamente elevada, cráneo alargado, cara fina, ojos derechos y con cualidades de mando, coraje y honor, a menudo es más próximo, aun desde el punto de vista físico, de un aristócrata europeo que de su compatriota de tipo biopsíquico grosero, pequeña estatura, ojos oblicuos y nariz achatada.
36. LA SELECCIÓN NATURAL.
Debe quedar bien entendido, sin embargo, que la diferenciación funcional no actúa sino en el marco del conjunto étnico considerado.
Actualiza, por selección y formación, las potencialidades de la "materia prima” humana de que dispone, las que dependen esencialmente de la raza.
Pero tenemos que agregar: y del estado presente de dicha raza.
No es indiferente, en efecto, que ésta sea joven o vieja.
Una raza es joven cuando las condiciones de vida de sus componentes se han conservado sencillas y no los han constreñido a adaptarse mucho ni, por consiguiente, a elegir mucho entre sus posibilidades naturales.
Una comparación nos hará entender mejor el problema: un niño bien dotado puede elegir entre una formación científica y una cultura humanística, pero un hombre de sesenta años será incapaz de volver sobre la elección que orientó su mente de una vez por todas, y cualquier cambio funcional quedará inoperante al respecto.
Tampoco es indiferente que una raza sea fuerte o degenerada, pues sus caracteres distintivos poseen un grado cualitativo primordial y dicho grado, como los mismos caracteres, no es idéntico en todos los integrantes del conjunto étnico observado en determinado momento de su historia.
Ciertos individuos son subalimentados, alcohólicos, sifilíticos, o simplemente débiles. Otros, por el contrario, están en plena posesión de todos los recursos de la raza.
En condiciones primitivas de existencia, los débiles desaparecen antes de haber podido procrear.
La "materia prima" sobre la cual actúa la diferenciación funcional posee, por consiguiente, por el juego de una selección natural, un máximo de posibilidades.
No ocurre lo mismo hoy en día.
El orden social biopsíquico exige no solamente la diferenciación funcional sino también y ante todo la eliminación de los elementos inferiores, vale decir del residuo funcionalmente inutilizable o socialmente peligroso. Sin tal depuración, la raza degenera.
El eventual nacimiento de un genio heredosifilítico no compensa la decadencia biopsíquica del conjunto de la Comunidad. No parece, por otra parte, que los siglos anteriores, que gozaron de los efectos de la selección natural, hayan sido más pobres en hombres superiores que el nuestro.
37. LA DIFERENCIACION ECONÓMICA.
El mundo contemporáneo está muy lejos de vivir en el estado de naturaleza.
Su estructura social desconoce las leyes de la biopolítica, a pesar de las numerosas supervivencias de una organización anterior fundada en la diferenciación biopsíquica y aunque las realidades de la naturaleza humana a menudo se imponen a las utopías igualitarias.
Notemos, por otro lado, que estas últimas, en la medida en que triunfan, sólo tienen un carácter destructivo y se muestran incapaces de reemplazar por una construcción coherente el antiguo orden de cosas.
La sociedad liberal no ha establecido la imposible igualdad.
Se ha limitado a substituir la diferenciación biopsíquica por una diferenciación económica que ha confundido todos los valores.
La riqueza, en lugar de ser un instrumento puesto a la disposición de la capa dirigente, se ha convertido en un medio de llegar al poder social.
En otros tiempos, uno era rico porque desempeñaba una función de mando; hoy en día, en la sociedad liberal, uno manda porque tiene dinero.
La estratificación social está determinada por la diferencia económica que separa las clases.
El sistema que hace del dinero, en lugar del valor unido a la función, el criterio de la jerarquía social constituye sin duda alguna, desde el punto de vista biopolítico, la peor de las aberraciones.
38. LA SELECCION AL REVÉS.
Así como el liberal-capitalismo se ha empeñado en destruir el orden cualitativo de la sociedad, la seudo civilización moderna se ha esforzado en suprimir la selección natural. Las condiciones artificiales de vida que ha creado permiten la supervivencia de individuos biopsíquicamente inferiores que, en otros tiempos, habrían desaparecido.
La medicina, si se le ocurre, a veces, salvar a seres de valor, víctimas de accidentes biológicos, más a menudo sostiene a los débiles, los tarados, y los degenerados, permitiéndoles así vivir, lo que no importa mucho, pero también procrear y corromper las generaciones venideras.
Paralelamente a dicha acción antinatural con que se aprovechan elementos nocivos para la Comunidad, el mundo moderno practica una verdadera selección al revés.
Las guerras de antes eran poco sangrientas. Exigían cualidades físicas y morales cuya carencia determinaba la muerte. Producían, por lo tanto una selección natural violenta, en particular dentro de la nobleza que ganaba en vigor lo que perdía en número.
Hoy en día, la guerra exige cada vez menos valor por parte de quienes la hacen. Atrozmente mortífera, alcanza sobre todo a la juventud que compone las tropas de choque. El coraje, en ella, es un factor de muerte. Los mejores elementos son sacrificados en provecho de los débiles y de los cobardes, que quedan atrás.
La guerra social, y los disturbios que son su consecuencia, tienen un resultado todavía más manifiesto.
La aristocracia, producto de una selección milenaria, es eliminada por matanza, expulsión o imposición de condiciones de vida que provocan su rápida degeneración. Por fin, la guerra civil mata a voluntarios que, por su sola presencia en primera fila, evidenciaban sus cualidades morales.
39. ARISTOCRACIA Y ELITE.
Cuando la aristocracia, diezmada por la guerra o destruida por la lucha social, se renueva absorbiendo a los elementos superiores de la burguesía o del proletariado, muchos de los que selecciona encuentran así el camino de su propia realización, pero provocan el empobrecimiento cualitativo de los estratos de donde surgen.
En una sociedad orgánica, cada grupo está jerarquizado exactamente como la misma comunidad.
Si la capa social dirigente atrae a los jefes naturales de las colectividades secundarias disocia a éstas y, con el tiempo, las destruye.
Mal cálculo éste, desde cualquier punto de vista, ya que el empobrecimiento de los estratos inferiores produce una degeneración biopsíquica y, por consiguiente, el agotamiento de las fuentes de donde surge la indispensable renovación de la aristocracia. No incurrimos aquí en ninguna contradicción.
Es normal y necesario que la aristocracia o, de modo más general, la capa dirigente incorpore a los mutantes que salen de las élites de capas inferiores.
Pero es nocivo que absorba a estas mismas élites cuya existencia es indispensable para el buen funcionamiento de la Comunidad.
40. EL DESEQUILIBRIO BIOPSIQUICO DE LA COMUNIDAD.
La selección al revés, cuyos aspectos esenciales acabamos de examinar rápidamente, no constituye el único factor del desequilibrio biopsíquico que produce rarefacción de los elementos superiores de la población.
Tenemos que señalar también un fenómeno paralelo al que hemos notado en el campo de lucha de razas: la esterilidad relativa de las capas de más alto nivel con respecto a la prolificidad de las inferiores.
Es un hecho indiscutible que las familias que pertenecen a las capas superiores tienen pocos hijos.
Las razones materiales son múltiples: dificultades de alojamiento y de servicio, recursos insuficientes respecto a las necesidades de una vida refinada, trabajo de las mujeres, etc. Agreguemos el temor a la maternidad por parte de mujeres que quieren, cuando no ejercen ninguna profesión, salir de su papel natural, el debilitamiento de las disciplinas religiosas y de las tradiciones, y también la degeneración fisiológica que produce el medio urbano.
Por eso mismo, si la proliferación de los conjuntos étnicos de color constituye una amenaza para la raza blanca, la de los elementos biopsíquicamente inferiores es ya un hecho consumado.
Claro está que subsisten todavía numerosos descendientes no degenerados de las antiguas aristocracias y que la formación funcional bastaría, con el tiempo, para reconstituir estratos dirigente dignos de tal denominación.
Lo que nos parece más grave es el doble proceso de empobrecimiento numérico de la aristocracia, o de lo que ocupa su lugar, y de aumento de los elementos inferiores que sigue desarrollándose con ritmo acelerado sin que nada permita prever su fin próximo y sin que se haga nada para trabarlo, antes al contrario.
Nuestra sociedad liberal se encamina hacia un estado uniforme de mediocridad, hacia una confusión general que pondría término, definitivamente, al predominio de la raza blanca y, transformando en rebaños sus comunidades orgánicas, la llevaría a su fin.
41. LA DESAPARICION DEL ORDEN SOCIAL BIOPSIQUICO.
Gobineau veía en la mestización el único factor de la decadencia de los conjuntos étnicos y del ocaso de las civilizaciones.
Sabemos ahora que la degeneración biopsíquica puede ocurrir por simple transformación del medio.
Los blancos que se instalan en el trópico degeneran. Los linajes especializados que pierden su función degeneran. Las comunidades que destruyen el orden social biopsíquico degeneran.
Nuestra época padece no solamente la mestización sino también la igualdad funcional de los sexos, la confusión de los estratos sociales, la reabsorción de las élites y las aristocracias privadas de sus funciones.
Como lo anunciaba Maurras hace medio siglo, el oro priva sobre la sangre.
¿Todo está perdido? No, pues la raza blanca no es víctima de la fatalidad sino de su propia inconsciencia.
La mala política es causa de la desaparición del orden natural.
Una buena política bastaría para restablecer las condiciones de una regeneración.
(1) Simplificarnos voluntariamente. En realidad, son nueve los tipos que aparecen.
(2) Se sabe que los tejidos constituyen verdaderas razas celulares funcionalmente especializadas.
OBRAS DE JAIME MARÍA DE MAHIEU:
Evolución y porvenir del sindicalismo, Arayú, 1954
La naturaleza del hombre, Arayú, 1954
El Estado comunitario, Arayú, 1954
La economía comunitaria, Universidad Argentina de Ciencias Sociales, 1964
Diccionario de ciencia política, Book´s Internacional, 1966
Proletariado y cultura, Marú, 1967
Tratado de sociología general, EUDEBA, en prensa.
Maurras y Sorel, Editor Argentino, en prensa
Mineros Chilenos
Hace 14 años.
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