EL ESCRITOR PIERRE DRIEU LA ROCHELLE FUÉ UNO DE LOS QUE CONCIBIÓ LA TREMENDA POTENCIALIDAD DE UNA FUSIÓN ENTRE EL NACIONALISMO Y EL SOCIALISMO Y SU SÍNTESIS EN UN GRAN MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO POLÍTICO-CULTURAL QUE SUPERARA LOS CHAUVINISMOS: EL FASCISMO UNIVERSAL.
PIERRE DRIEU LA ROCHELLE:
En febrero de 1934 abriga una esperanza casi imposible: reunir a todos los revolucionarios, sean de derecha o de izquierda, en un gran movimiento:
“Comunistas, patriotas, no es lo mismo. . . Y, sin embargo, estaban muy cerca los unos de los otros.”
En su obra Socialismo Fascista (noviembre 1934) aspira a "hacer una política de izquierda con gente de derecha", como un intento de romper las fronteras de los partidos políticos y de las ideologías.
"El nacionalismo es el eje de la actividad fascista. Es un eje, no un fin. Lo que importa para el fascismo es la revolución social; la marcha lenta, alerta, diversa, sutil, según las posibilidades europeas del socialismo".
“Hace falta un tercer partido que siendo social sepa también ser nacional, y que siendo nacional sepa también ser social y ese tercer partido no debe predicar la concordia, debe imponerla. No debe yuxtaponer elementos tomados de la derecha y de la izquierda, sino imponerles a éstas que se fusionen en su seno”.
La Rochelle, en medio de ese hervidero de actividad política, creyó poder vislumbrar un "semi-socialismo" en el fascismo y un "semi-fascismo" en el comunismo. Pierre Drieu La Rochelle
Reseña Biográfica
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Delinear la vida de Pierre Eugène Drieu la Rochelle equivale a tratar de relatar el colapso de Occidente. Su vida abarca las dos guerras mundiales europeas. Su obra y su trayectoria reflejan la enorme desorientación y hasta la desesperación que produjo el derrumbe de toda una cultura en medio de un mar de sangre y de destrucción. Hoy quizás resulte fácil la crítica a un hombre que partió del liberalismo nacional burgués romántico de la Revolución Francesa y la gesta napoleónica, pasó por el fascismo de Mussolini y el nacionalsocialismo de Hitler, para terminar, en un último gesto desesperado, esperando algo del comunismo de Stalin. Pero la mayor parte de la generación que vivió aquellas dos guerras no tuvo, tampoco, una trayectoria demasiado distinta. Es tan sólo que algunos consiguieron disimularla exagerando alguna de sus etapas, pero lo hicieron hacia el final, cuando el derrumbe terminal ya se había producido y los sobrevivientes devenidos en famosos se hicieron los distraídos ante la verdad objetiva del comunismo ruso al tiempo que consentían en apuntalar sus posiciones sociales y su prestigio con las muletillas oficialmente aceptadas de lo políticamente correcto. Drieu La Rochelle no entró en ese juego. Pero lo vio venir y prefirió suicidarse.
Nació un 3 de Enero de 1893 en el seno de una familia burguesa poco feliz cuyo ambiente le hubiera resultado asfixiante de no ser por sus abuelos maternos. Es la época que relata en su Estado Civil, publicado en 1921, cuando ya tenía 28 años.
Aprendió a leer en los grandes álbumes ilustrados que relataban las guerras napoleónicas y los relatos épicos inflamaron al principio su imaginación. A los catorce años se cuestiona su fe católica — que había ampliado en el ámbito del colegio marista de Santa María de Monceau — al descubrir el Zaratustra de Nietzsche. Junto con Georges Bataille y André Malraux, La Rochelle fue uno de los nietzscheanos franceses más destacados de su generación.
El contacto con la cultura inglesa se inicia en su adolescencia con varios viajes a Inglaterra. A los 18 años ingresó a la Escuela de Ciencias Políticas para inscribirse luego en La Sorbona y preparar su licenciatura de inglés, una lengua que llegó a dominar a la perfección.
En Noviembre de 1913 lo llamaron para ingresar al 5° Regimiento de Infantería, en el cuartel de Pépinière. La vida militar lo decepcionó pronto pero, al amanecer del 4 de Agosto de 1914 estalla la Primera Guerra Mundial.
El 23 de Agosto el ejército francés se bate en retirada en la batalla de Charleroi y La Rochelle es herido en la cabeza por las esquirlas de un obús que estalla a cincuenta metros de su posición. A su lado muere su amigo judío André Jéramec cuya hermana se convertirá tres años más tarde en su primera esposa. Bajo un estado de aturdimiento, inconciencia y dolor tiene la revelación brutal del guerrero y jefe que tenuemente se dibujaba en su interior y que aparece en su relato La Comedia de Carleroi, publicado en 1934.
Durante su convalecencia escribe poemas sobre la guerra. Algunos de ellos, donde elogia el coraje del adversario, despertaron la ira y la censura militar francesa. Sólo la oportuna intervención de Marcel Sembat, un antiguo ministro socialista, permitió que, en 1917, esos textos aparecieran publicados sin mutilaciones.
Después de recuperarse de su herida, siguió combatiendo en varios lugares: en Champagne, en los Dardanelos y en Douaumont, dónde recibe su tercera herida de guerra. La guerra moderna, inhumana y caracterizada por "el coraje y el miedo", lo marcaría para siempre. Al igual que al Jünger de Tormentas de Acero y a tantos otros. Por cierto que no se convirtió en pacifista, pero consideró que la guerra moderna traicionó el espíritu de la verdadera guerra al imponer, de modo definitivo, el triunfo de la tecnología por sobre lo humano. Al horror industrial se añadía, además, el mesianismo de los demócratas quienes, pretendiendo encarnar al derecho y a la justicia, transformaban al adversario en un demonio; en un "espíritu del mal" al cual es necesario aniquilar a cualquier precio.
Drieu La Rochelle fue condecorado con la Cruz de Guerra. Nunca se la puso.
Terminada la guerra, lee y se hace amigo de Aldous Huxley, el autor de Un Mundo Feliz. Pasan por sus manos las obras de Shakespeare, Goethe, Schopenhauer, Dostoievski, Proudhon, Sorel, Barrès, Kipling, D'Annunzio, Péguy, Guénon y Maurras, entre muchos otros. En 1922 publica Medida de Francia, un libro profético en dónde anuncia la desaparición de su país como gran potencia y, al mismo tiempo, denuncia el aterrador declive de la natalidad en Francia. Entrevé que el futuro pertenece a las naciones más pobladas — Estados Unidos, Rusia, India, China — mientras que Francia sólo puede aspirar a desempeñar un papel de relevancia internacional si se integra a una gran federación europea a la cual La Rochelle considera posible sólo si se impone la igualdad entre los pueblos, sin exclusiones ni hegemonías. Sobre Europa profetiza y denuncia:
“Europa se federará, o se devorará o será devorada (. . .). Ya no hay más que categorías económicas, sin distinciones espirituales, sin diferencias en las costumbres (. . .). Ya no hay más que «modernos», gentes en los negocios, gentes con beneficio o con salario, que sólo piensan en eso y que no discuten más que de eso. Todos carecen de pasiones, son presa de los vicios correspondientes (…); se pasean satisfechos por el universo de baratija en que se ha convertido el mundo moderno, donde muy pronto no penetrará ningún brillo espiritual”
En 1927 publica El Joven Europeo y La Prolongación en las Ideas. Ese mismo año conoce a Malraux y un año después publica Ginebra o Moscú dónde, en una época en que Europa se debatía entre chauvinismos absurdos, escribe:
Entre Calais y Niza me desaliento: quisiera llegar hasta los Urales. Mi corazón, nutrido de Goethe y de Dostoievski, burla las aduanas, traiciona las banderas y se disfraza de timbre postal en las cartas de amor. Quiero ser grande y finalizar el monumento europeo para la mayor gloria del mundo. . . somos 360 millones.
Viaja a Grecia dónde se inspira para Una Mujer en su Ventana que publicará en 1930 y cuyo personaje principal es un comunista militante muy poco preocupado por la ideología. Al año siguiente publica Europa Contra las Patrias dónde profetiza el triunfo de Europa sobre los chauvinismos que la desgarran. Mientras la derecha francesa se nuclea alrededor del antigermanismo de Maurras y la derecha alemana alimenta un revanchismo antifrancés, La Rochelle sueña con una Europa grande y libre. El sueño terminará siendo soñado por muchos otros ante la presión del comunismo ruso triunfante. Pero eso será desde la mitad de la Seguda Guerra mundial en adelante. Y ya será demasiado tarde. Se retomará mucho más adelante, y a medias, con el Mercado Común Europeo primero y la Unión Europea después, pero fuera de todo contexto cultural y sólo bajo parámetros económicos.
El sueño de Drieu La Rochelle era mucho más amplio. Pretendía "establecer un lazo entre la ciudad y el espíritu". No creía para nada en la autoridad moral del régimen vigente. Su concepción libre, casi anarquista, del papel del artista lo llevará a rechazar en Julio de 1931 la condecoración de la Legión de Honor.
En 1933 La Rochelle está en la Argentina. Da conferencias en el Jockey Club; conoce a Borges y lo aprecia. Y conoce también a Victoria Ocampo. En realidad su "affaire" con ella había comenzado probablemente bastante antes ya que se conocieron en París, en 1929. Llegará a llamarla — cariñosamente — "la vaca más hermosa de la Pampa". Ricardo Güiraldes lo lleva a San Antonio de Areco y le hace conocer los pagos de don Segundo Sombra.
Hasta aquí La Rochelle había ofrecido un testimonio sin compromisos irrevocables, que oscilaba entre un comunismo libremente interpretado y un capitalismo renovado. Denunciaba las taras, las mezquindades, los conformismos. Pero una noche de Febrero de 1934, cuando se produce una violenta manifestación en la Plaza de la Concordia contra la corrupción del gobierno con el resultado de 17 muertos y más de 2.300 heridos — la mayoría de ellos pertenecientes a la Action Française de Charles Maurras — La Rochelle se declara fascista. Algunos dirán que lo hizo por provocación, por bravuconería. Lo cierto es que antes de eso había viajado por Alemania, dónde había conocido Otto Abetz, el futuro embajador alemán en París, y los sucesos de la Plaza de la Concordia lo convirtieron en fascista por oposición a un régimen corrupto, protector de estafadores, de apátridas y de policías asesinos.
“Comunistas, patriotas, no es lo mismo. . . Y, sin embargo, estaban muy cerca los unos de los otros. En determinado momento, a eso de las diez del martes, en la rue Royale, la multitud que se precipitaba hacia la plaza de la Concordia para sufrir la gran descarga de las once cantaba lo mismo La Marsellesa que La Internacional. Me habría gustado que aquel momento durara siempre (. . .). Ahora me juntaré con cualquiera que eche este régimen al suelo, con cualquiera, con cualquier condición”.
A partir de entonces abriga una esperanza casi imposible: reunir a todos los revolucionarios, sean de derecha o de izquierda, en un gran movimiento. En Noviembre de 1934 publica Socialismo Fascista que, al decir de Julien Brenda, refleja su "pasión moral" por "hacer una política de izquierda con gente de derecha". Aunque quizás haya sido a la inversa. En todo caso, es un intento de romper las fronteras de los partidos políticos y de las ideologías. Un intento, casi desesperado, de salvar a Europa en su conjunto, más allá de banderías partidistas y de esclerosis dogmáticas. En Socialismo Fascista La Rochelle, ve en el fascismo italiano y en el nacionalsocialismo alemán una posibilidad para:
". . . alterar el sistema capitalista en la medida en que las necesidades del nacionalismo lo obliguen a hacer el socialismo; menos quizá de lo que prometió al principio, pero más de lo que quería".
Y agrega:
"El nacionalismo es el eje de la actividad fascista. Es un eje, no un fin. Lo que importa para el fascismo es la revolución social; la marcha lenta, alerta, diversa, sutil, según las posibilidades europeas del socialismo".
Por otra parte, en sus artículos periodísticos del mismo año subraya la idea desde diferentes ángulos:
“Hace falta un tercer partido que siendo social sepa también ser nacional, y que siendo nacional sepa también ser social y ese tercer partido no debe predicar la concordia, debe imponerla. No debe yuxtaponer elementos tomados de la derecha y de la izquierda, sino imponerles a éstas que se fusionen en su seno”.
A principios de Septiembre de 1935 La Rochelle asiste al Congreso del Partido Nacionalsocialista Alemán en Nüremberg. Hoy, en medio de la apatía y la indiferencia política que ha inundado a Occidente, cuesta imaginarlo, pero en aquél momento los tremendos y poderosos movimientos políticos del fascismo de Mussolini, el nacionalsocialismo de Hitler y el comunismo de Stalin, con sus despliegues de masas, con su intensa propaganda, con una discusión feroz a todos los niveles, descolocaron a prácticamente todos los intelectuales de la época. Algunos se refugiaron en las más cómodas torres de cristal de dogmas preestablecidos, elaborados, cerrados. Otros salieron al ruedo tratando de entender la realidad que, de algún modo, los había sobrepasado. La Rochelle, en medio de ese hervidero de actividad política, creyó poder vislumbrar un "semi-socialismo" en el fascismo y un "semi-fascismo" en el comunismo. La probabilidad de que eso cristalizara en un gran movimiento revolucionario europeo era de una en un millón, pero Drieu La Rochelle se animó a apostar.
En Junio de 1936, Jacques Doriot, alcalde de Saint Denis y antiguo diputado comunista, funda el Partido Popular Francés. La Rochelle se convierte en miembro del Comité Central y escribirá más de cien artículos en su periódico L'Émancipation Nationale. No obstante, con el tiempo, su militancia se debilita. Es que su personalidad no es la de un hombre de partido. Cuestiona demasiado, interroga demasiado, duda demasiado. En 1939 abandona el PPF y logra la primer edición, muy recortada por la censura, de su obra más importante: Gilles. Pero, aun así, el libro es un éxito. Volverá a ser editado, esta vez sin mutilaciones, en 1942.
El 10 de Mayo de 1940 Alemania invade Francia que termina dividida en dos: al Norte ocupada por el Reich y al Sur, con capital en Vichy, dónde la Cámara le confía por abrumadora mayoría el poder al Mariscal Pétain. Después de la ocupación de París, La Rochelle reemplaza a Jean Paulhan — a quien salva dos veces de la Gestapo — como director de la Nouvelle Revue Francaise y despliega una intensa actividad periodística y literaria colaborando, además, con la revista La Gerbe dirigida por Alphonse de Chateubriant. En el París de la Segunda Guerra Mundial, Drieu La Rochelle y Ernst Jünger, los otrora enemigos de la Primera Guerra Mundial, se reunirán amigablemente junto con otros como Luis Ferdinand Céline y Robert Brasillach para discutir sobre mil temas. La guerra que los había enfrentado en el campo de batalla los vuelve a reunir en el campo de la especulación intelectual. Que es confusa, contradictoria, insegura. Los sucesos, los hechos concretos, escapan a toda previsión; a veces incluso a toda imaginación. Los intelectuales ya no impulsan los hechos; los corren desde atrás. La realidad los ha superado y, en última instancia, sólo queda la posibilidad del arte para tratar de interpretar de alguna manera lo que está sucediendo.
Después de la guerra, los otros intelectuales, los que hubieran querido ir por su cabeza pero los que en su momento no se ensuciaron las manos con la realidad y, después, sin arriesgar más que fama y notoriedad, lo acusaron de colaborador y antisemita. La etiqueta le ha quedado pegada hasta el día de hoy. Y, sin embargo, ambas acusaciones, al menos en lo que tienen de peyorativo, no resisten el análisis. La Rochelle jamás renegó, ni de sus ideas, ni de sus amigos. Y las acusaciones lo tuvieron siempre sin cuidado. Al respecto llegó a escribir:
“Los amigos judíos que he ocultado están en la cárcel o han huido. Me ocupo de ellos y les hago algún que otro favor. No veo contradicción alguna en ello. Acaso la contradicción de los sentimientos individuales y de las ideas generales es el principio mismo de toda humanidad. Se es humano en la medida en que le hacemos trampas a nuestros dogmas”.
Hacia el otoño de 1941, sus esperanzas respecto de los alemanes se están enfriando. Los ve cada vez más nacionalistas y cada vez menos socialistas. De hecho, Berlin está ocupada en un juego mucho más peligroso que el de hacer reformas políticas: desde el 22 de Junio el Tercer Reich está comprometido en una guerra con Rusia. En ese momento, en 1941, los alemanes todavía creen que pueden ganarla.
La Rochelle regresa a las filas del Partido Popular Francés. En 1942 se reencuentra en París con Malraux y acepta ser el padrino del segundo hijo de éste. En 1943 publica Crónica Política y El Hombre a Caballo. El 8 de Mayo aparece su primer artículo en La Révoluction Nationale que dirige Lucien Combelle. Los restantes 34 le traerán serios problemas con los alemanes.
Se va a Suiza. A pesar de la insistencia de sus amigos para que se quede allí, regresa a París y, en Mayo de 1944, termina Los Perros de Paja que es su balance de la colaboración con los alemanes. El 12 de Agosto, después de escribir su Carta a un Amigo Gaullista intenta suicidarse. Gabriela, su ama de llaves, le salva la vida a último momento aunque él insisite tratando de cortarse las venas estando todavía en su cama en el hospital. Recuperado a medias, termina Relato Secreto (que editará póstumamente su hermano Jean en 1951). Allí expresa:
No soy un patriota común, un nacionalista cerrado. No soy más que un francés, un europeo.
He examinado una por una todas las soluciones posibles para llegar a la de Europa. Siempre he estado en contra de las hostilidades franco-alemanas como uno de los principales obstáculos de Europa.
Siempre he hablado libremente a los alemanes con dureza. Les expliqué que no habían comprendido en absoluto la revolución socialista europea que habría podido justificar y transfigurar sus agresiones y sus conquistas.
La verdad es que los alemanes se acordaron tarde de Europa. En el caso específico de Francia, la Legión de Voluntarios Franceses que combatió junto a las tropas alemanas se formó recién el 8 de Julio de 1941, cuando los alemanes ya estaban en guerra contra Rusia. Tardaron tres años más en formar la Brigada SS Charlemagne y recién en Febrero de 1945 ésta se convirtió en División. Es cierto que, hacia el final de la guerra aproximadamente el 60% de las SS estaba constituido por europeos no-alemanes. Pero la idea de hacer de la Segunda Guerra Mundial una guerra por Europa llegó demasiado tarde.
Dos guerras mundiales, con sus chauvinismos y sus revanchismos terminaron siendo más de lo que Drieu La Rochelle pudo soportar. También fueron más de lo que la vieja Europa pudo soportar.
Después de sus intentos de suicicidio La Rochelle permanece escondido durante un tiempo en París, para mudarse primero a Orgeval, luego a Chartrettes, en pleno campo francés, donde halla cierto reposo y comienza a escribir su última novela, Memorias de Dirk Raspe, inspirada en la vida de Vincent Van Gogh. En marzo de 1945 regresará a la ciudad, al mismo apartamento de la rue Saint Ferdinand en el que había intentado quitarse la vida por primera vez.
Mientras tanto, ha seguido atentamente la creación de una famosa lista de "escritores indeseables" para quienes los vencedores exigían la prisión o la pena de muerte: Paul Morand, Louis-Ferdinand Céline, Charles Maurras… Céline ha huido de Francia, Georges Suarez es condenado a la pena capital; igual que Robert Brasillach tras un polémico y mediatizado juicio. Otros están presos. Personas como André Malraux y Drieu La Rochelle supieron ser amigos hasta el final, a pesar de las diferencias y a pesar de los desencuentros. Otros sólo pensaron en venganzas y revanchas.
El 15 de marzo de 1945, al enterarse por los diarios que se había emitido una orden de captura en su contra, Drieu La Rochelle se traga el contenido de tres tubos de somníferos y, encima, deja abierta la llave de gas de la cocina.
Sobre la mesa encuentran una nota dirigida a su ama de llaves: “Gabriela, esta vez déjeme dormir”.
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