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domingo, septiembre 27, 2009

NETUREI KARTA: EL ANTISIONISMO DE LOS JUDÍOS ULTRAORTODOXOS DE ISRAEL.


Judíos sin bandera hasta que llegue el Mesías

Antonio Pita

Fuente: EFE.

No hablan hebreo sino yidish, usan dólares en vez de shekels y compran pan en rebanadas porque no está subvencionado; son judíos, ultra ortodoxos y anti-sionistas, un cóctel mal visto en el Estado de Israel.

"El pueblo judío no debería tener Estado ni Ejército", dice Yoel Krois, tímido ante la presencia de seculares -mujeres incluidas- en su oficina del barrio ultra-ortodoxo por excelencia de Jerusalén, Mea Shearim, donde la oración y la familia centran la existencia, la Torá (Pentateuco) es ley y las justificaciones son siempre teológicas.

"Para mí no cambiaría nada si todos los diputados fueran del Shas (el partido ultra-ortodoxo sefardí). El tema es que la ley judía prohíbe la creación del Estado antes de que llegue el Mesías", sentencia Krois a escasos portales de un cartel que reza "El sionismo es un holocausto para el pueblo judío".

Imposible saber cuántos israelíes piensan como él, ya que no se inscriben en el censo porque sería colaborar con un Estado cuya existencia rechazan y porque la tradición judía prohíbe contar personas.

Benjamin Brown, profesor de pensamiento judío en la Universidad Hebrea de Jerusalén, los cifra en "unas decenas de miles", en su gran mayoría asquenazíes (originarios de Europa Central y Oriental), y defiende que no suponen amenaza alguna para el Estado al ser minoritarios incluso entre los ultra-ortodoxos, conocidos en hebreo como haredim ("temerosos" de Dios).

"Entre los haredim se ven tres actitudes ante la existencia del Estado de Israel. Hay un primer grupo que nunca se definiría como sionista, pero no lo es menos que cualquier otro ciudadano israelí; un segundo, mayoritario, que ve el Estado judío como algo temporal y, por último, los anti-sionistas" , distingue Brown.

Al igual que el resto de ultra-ortodoxos, estos últimos se financian principalmente de su muy demandada certificación kosher propia y de fondos provenientes del exterior, principalmente de judíos neoyorquinos.

"Rechazamos las ayudas estatales. Aceptar dinero del Estado es como aceptar un soborno. Pagamos impuestos porque no hay más remedio", explica Krois.

También evitan hablar hebreo moderno, idioma oficial de Israel nacido a finales del siglo XIX, por tratarse de una lengua "impía", a diferencia del "santo" hebreo del Antiguo Testamento o del yidish de los judíos asquenazíes, que emplean en sus hogares.

Los anti-sionistas boicotean a la compañía privada de autobuses Egged porque goza de subvenciones estatales y usan generadores de energía propios en shabat, para evitar que otro judío tuviera que vulnerar el día sagrado del judaísmo para arreglarlos.

La extrema dificultad de vivir en una suerte de mundo paralelo les ha obligado, sin embargo, a algunas concesiones.

"Usan la red de correos, aceptan la limpieza y el alumbrado público y, desde los setenta, el sistema de seguridad social. Si no, sería imposible", matiza Brown.

Los radicales entre los radicales son Neturei Karta, un pequeño grupo formado en 1935 que siempre ha dado que hablar por su defensa del presidente iraní Mahmud Ahmadineyad (quien niega la existencia del Holocausto) y de la causa palestina (llegó a tener un ministro de Asuntos Judíos en el Gobierno de Yaser Arafat).

Su portavoz, el rabino Meir Hirsh, insiste en que "el Estado de Israel no tiene derecho a hablar en nombre del pueblo judío ni a enviar a sus miembros a una guerra".

"Nos está prohibido por la Torá ser parte de cualquier gobierno. Tendríamos que seguir en la diáspora y añorar Jerusalén. Nosotros somos los judíos auténticos", señala a Efe.

En los últimos meses, Neturei Karta ha vuelto a las páginas de los periódicos al participar en las protestas semanales por la apertura de un aparcamiento en shabat en Jerusalén, agravadas tras la detención de una madre ultra-ortodoxa sospechosa de provocar inanición a su hijo de tres años.

"Cuando no se cree en el sistema, cualquier cosa enciende una manifestación" , lamenta el también ultra-ortodoxo teniente alcalde de Jerusalén Itzhak Pindrus, en la sede del Ayuntamiento.

Las protestas no han ayudado a mejorar la imagen de un colectivo mal visto por el grueso del país porque está exento del servicio militar obligatorio, vive de forma indirecta de fondos públicos e incluso, en algunos casos, quema banderas israelíes en el Día de la Independencia, un día que, para ellos, no debería existir.

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