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lunes, marzo 03, 2008

UNA DISTORSION JUDAIZANTE DEL CONCEPTO DE EUROPA.


CRITICA A LIBRO QUE PLANTEA LA SUMISION DE EUROPA AL JUDAISMO CON EL PRETEXTO DE FUNDAMENTAR UNA DEFENSA FRENTE AL ISLAMISMO.
ESTA ES UNA CRITICA EFECTUADA DESDE UNA PERSPECTIVA IDENTITARIA EUROPEA.

Comentarios al libro de Gideon J. Harvey:
"Feindliche Übernahme?"

por Olegario de las Eras (Tierra y Pueblo, España).
01 de marzo de 2008 -

Estas notas serán necesariamente muy breves por razones de tiempo y espacio. Todo lo que en ellas se sostiene podría haberse desarrollado mucho más e incluso algunos temas de importancia secundaria han sido obviados. Creemos, no obstante, que lo que a continuación se escribe es suficiente para una valoración correcta del libro en cuestión.
La tesis de este libro es muy sencilla y puede esquematizarse en los siguientes cinco puntos:
1. Europa habría sido hasta la Primera Guerra Mundial un conjunto de Monarquías constitucionales (rechtstaatslichen Monarchien) basadas en los principios del cristianismo (christliche Grundorienterung) amenazadas por los principios ideológicos de la Revolución Francesa, especialmente los de igualdad y mayoría.
2. La Primera Guerra Mundial supuso el comienzo de una Guerra Civil en Europa que finaliza en 1945. La principal consecuencia de esta Guerra Civil fue la desaparición de estas Monarquías y el subsiguiente hundimiento de los valores morales cristianos y el consecuente vacío ético (ethisches Vakuum) en Europa y el intento por parte de otras dos ideologías (el comunismo y el nacionalsocialismo) de sustituirlos por otros valores basados sobre principios de carácter idolátrico (la materia y la sangre respectivamente).
3. El fracaso de estas dos últimas ideologías en ese proceso de sustitución de valores hace evidente el vacío ético europeo y la consiguiente carencia de una columna ideológica que vertebre a las sociedades del continente. Especialmente preocupante sería la posición de renuncia o entreguismo de las elites político-intelectuales occidentales, formadas en la ideología neo-marxista de la Escuela de Frankfurt.
4. Y esta situación es aprovechada por el Islam, que sí posee un potente y coherente articulación ideológica encaminada a la conversión del planeta entero, para intentar conquistar el espacio europeo. En este proceso el factor esencial sería el de substitución demográfica: las rejuvenecidas poblaciones del Magreb y de Turquía acabarán por contar con la fuerza cuantitativa suficiente como para imponer a las envejecidas poblaciones del continente el corpus de valores islámicos.
5. En estas condiciones, la única solución a esta situación consiste en un regreso de las sociedades europeas a los valores y principios del cristianismo que deberán constituir la fortaleza ideológica que evite la islamización del continente.
A este esquema básico del libro habría que añadir los capítulos, que casi cabría calificar de digresiones, sobre los particulares ideológicos del Islam o el papel de la política exterior norteamericana o del Estado del Israel en este proceso.
Lo primero que hay que hay que resaltar es el concepto de Europa que maneja el Autor. Para Harvey Europa no es nada en sí. Así, cita a D. Bonhoeffer (p. 47): «La unidad de Occidente no es una idea sino una realidad histórica cuyo único fundamento en CRISTO». En efecto, según el Autor, la única vinculación entre los pueblos europeos sería la que nace de al común fe cristiana, no haciendo en ningún momento mención a la relación étnica existente entre el conjunto de los pueblos europeos, ni siquiera para negarla. Simplemente el étnico es un factor inexistente. Así, en la página 43, niega, por ejemplo, que la «filosofía griega», el «derecho romano», la «democracia» o la «Ilustración» constituyan el «humus esencial del conjunto de pueblos europeos» pero sin entrar en ningún momento en la cuestión del substrato etno-biológico europeo. Por tanto, el único elemento de vinculación entre europeos, repetimos, sería el cristianismo en cualquiera de sus sectas (católica, ortodoxa y protestante). En esta afirmación queda implícita la idea de que la sustancia humana de una determinada población es completamente irrelevante en el proceso de conformación de una cultura dada: Sería el cristianismo el que moldea esencialmente la civilización europea resultando indiferente la cualidad étnica de los hombres portadores de dicha cultura. Lo errado y las nefastas consecuencias de esta idea son evidentes para todos.
Pero ¿Qué es el cristianismo, presunta esencia última de la cultura europea y único nexo de unión entre los europeos? Para el Autor, no cabe la menor duda: (p. 24): «...la Biblia del Antiguo y Nuevo Testamento es exclusivamente un producto intelectual judío». En efecto, Harvey insiste en que los preceptos morales resumidos en los diez mandamientos constituyen la raíz del cristianismo y el referente esencial de toda creación válida de la cultura europea. En consecuencia sostiene, por ejemplo, que (p. 13) la orientación mosaica del Bien y del Mal que caracteriza a Europa es el presupuesto de los Estados constitucionales europeos (cuyos modelos más perfectos habrían estado constituidos por las Monarquías cristianas de derecho divino). Creación exclusivamente judía, no habría tampoco lugar para considerar positivamente ningún posible proceso de «europeización del cristianismo» sino todo lo contrario: en la página 29 expone la opinión de A. Schweitzer y M. Buber quienes «...incluso ven de manera determinante en la negación de las raíces judías, en la helenización del cristianismo, la catástrofe originaria (Urkatastrophe) de la historia religiosa europea». Y esto no constituyen meras citas aisladas que no reflejen el pensamiento del Autor, sino como ya hemos señalado más arriba, se trata de una idea fundamental que está presente en todo el cuerpo de la obra, a saber, la profunda identidad entre cristianismo y judaísmo, algo que se intenta demostrar alegando, entre muchos otros, el testimonio de autoridad de Benedicto XVI (véase los fragmentos reproducidos en las pp. 24, 29 y 75).
Nada tenemos que objetar a esta idea de la íntima relación de cristianismo y judaísmo pero es absolutamente inaceptable la pretensión de Harvey el identificar Europa con el conjunto formado por esas dos ideologías. En realidad, el verdadero objeto de defensa del Autor está constituido por el cristianismo. Ni siquiera por la Europa cristiana, sino por el cristianismo en sí, no dudando en criticar (p. 29) a las iglesias por el abandono de los cristianos asiáticos y africanos frente a la opresión ejercida sobre ellos por los musulmanes.
Un segundo punto a destacar del libro es su, por así decir, bajísimo nivel intelectual. El primer intento de sustitución de los valores cristianos en Europa habría sido llevado a cabo por el comunismo soviético, cuestión a la que dedica apenas dos páginas. Y se permite escribir frases de una profundidad abismal como la siguiente (p. 18): «La ética comunista ha hecho de hacer el mal un deber». Lo que, creo, no exige mayor comentario. El marxismo es desligado completamente de su raíz ideológica igualitarista judeo-cristiana, llegando incluso el Autor a defender (pp. 36 y 37), aduciendo para ello dos citas bíblicas, la tesis de que el cristianismo es en realidad una ideología anti-igualitaria. Pero unas cuantas páginas más adelante escribe (p. 43): «Resulta evidente que la igualdad ante la ley constituye un preciado bien». Previamente, al hablar sobre las Monarquías cristianas, había sostenido la no-equivalencia entre igualdad y justicia. Contradicciones básicas de este tenor no son raras. Y a la profunda caracterización del marxismo arriba mencionada se añade una crítica banal de la Escuela de Frankfurt (pp.39-41). Otra puerilidad esencial en su discurso es la contraposición de una ideología judeocristiana que posee una visión centrada en la Paz y el diálogo frente a un Islam centrado alrededor de la idea de Guerra Santa. A parte de una evidente falsificación del sentido global, universal y de la irrenunciable voluntad evangelizadora de las iglesias (la Humanidad debe ser evangelizada y salvada en su conjunto) y el ocultar la pretensión de exclusividad metafísica tanto del cristianismo como del judaísmo, es un verdadero ejemplo de ceguera histórica sobre el proceso de conquista e imposición del cristianismo en Europa (y América). Bochornoso.
La tercera cuestión a comentar es la visión del nacionalsocialismo. Absolutamente coherente con sus premisas considera al nacionalsocialismo como la segunda tentativa de substitución de valores. Así en la página p. 20: «El primer ataque a la identidad de Europa comenzó con la quema de iglesias en Rusia y la persecución y exterminio de la fe ortodoxa. El segundo ataque a la identidad cristiana se caracterizó por la quema de sinagogas y el exterminio del pueblo de la antigua Alianza». A lo largo de las 16 páginas que dedica a esta cuestión sólo se ocupa de la cuestión judía y especialmente del holocausto. Escribe en la página 34: «La Shoa con sus millones de víctimas se sitúa en la conciencia de la humanidad como advertencia de la enorme caída de las leyes éticas occidentales, que se resumen en los mandamientos del Sinaí y del Horeb». Resumiendo. Se acepta la realidad del holocausto, que se considera el epicentro de la experiencia nacionalsocialista y se explica que se pudiese producir por la renuncia a la raíz mosaica, la verdadera, de la cultura Europea. Se trata de un capítulo digno de pertenecer a cualquier obra de R. Hillberg, L. Poliakov y compañía. Todo él se reduce a una babosa divagación, prolongada durante páginas y páginas, sobre el pecado, las culpas individual y colectiva, la penitencia y la redención. Elementos sobre los que según el Autor habría que edificar, siempre bajo la tutela de las iglesias, la futura colaboración amistosa entre los europeos. Indudablemente las armas anímicas e ideológicas que Europa más necesita en esta hora.
No comentaremos la caracterización del Islam que hace el Autor porque carece de interés para nosotros en este momento. Para quienes como el que esto escribe Islam y Cristianismo no son sino dos ramas de un mismo árbol monoteísta, las argumentaciones sobre las analogías entre el cristianismo y el judaísmo y su contraste con las islámicas no son más que, como diría Otto Rahn «discusiones de rabinos» carentes de cualquier interés intelectual o político en este momento.
Sin embargo, sí que posee verdadera importancia la posición crítica adoptada por el Autor ante la política exterior norteamericana, y no por la mayor o menor lógica de la argumentación presentada sino porque se aúna en un mismo frente dos posiciones (1. el rechazo del proceso de globalización democrática llevado adelante por los EEUU de clara raíz mesiánico-bíblica y 2. la defensa de una ¿Europa? esencialmente judeocristiana) radicalmente antitéticas. La propagación de esta tesis sólo puede tener consecuencias intelectuales devastadoras para todos aquellos que se sitúan en el campo de la resistencia europea. Y algo muy parecido cabe decir de la mención (que no desarrollo, por supuesto) de los argumentos de naturaleza biológica (p. 168) que sostendrían la imperiosa necesidad del modelo familiar. La biología vale para defender una institución como la familia, acorde con la concepción social cristiana, pero no sobre la realidad del ethnos, reducido a un ídolo. Estamos ante un caso paradigmático delo que Guillaume Faye califica en su libro Pourquoi nous combattons de «faux amis», de aquellos que promueven le «recentrage dans le systyème et la soumission au cosmopolitisme», aquellos mismos «qui se présentent abusivamente comme des défenseurs de l’identité europénne». De modo que no estamos ante un texto de nulo valor ideológico para la resistencia europea sino que estamos ante una obra conscientemente hostil ante a las posiciones identitarias europeas.
Para resumir lo hasta ahora expuesto:
1. Se trata de un libro escrito desde la perspectiva del judeocristianismo radical, siendo el verdadero objeto a defender la religión cristiana, presentando como modelo político las Monarquías cristianas de derecho divino.
2. Es un texto que desconoce (o niega implícitamente) lo determinante del factor étnico en la realidad de Europa y este factor sea el verdadero objeto de amenaza por parte de la marea de pueblos de color.
3. Es un libro que vierte opiniones falsas y carentes de todo interés (en realidad completamente contraproducentes) sobre los movimientos nacionales y la Historia del periodo comprendido entre 1919 y 1945.
4. Esta obra, cuestión especialmente importante, puede provocar enormes desconcierto y desorientación entre los grupos y personas militantes de la resistencia identitaria europea por su, lamentablemente argumentado, vinculación de posiciones políticas y fundamentos ideológicos que están radicalmente enfrentados y su filosemitismo, se trata de un libro en el que la crítica teológica y social al Islam se hace desde una perspectiva exclusivamente judeocristiana con lo que carece de todo interés y, en conjunto, de veracidad.
5. Y por último, cuestión de nulo interés para nosotros pero que hay que hacer constar, es que además se trata de una obra de un nivel intelectual muy bajo.
En definitiva un libro hostil a nuestras posiciones.
Quiero acabar estas muy breves notas con la trascripción de un párrafo que es una verdadera declaración de principios e intenciones de la obra. Escribe el Autor en la página 47.: «¡Regreso a los valores de orientación cristiana! Podríamos así afirmar con justicia que para la mayoría de pueblos europeos sólo el Libro de los Libros, con los preceptos mosaicos del Sinaí y con la obra de redención por parte del judío Jesús, anunciada por el Antiguo Testamento y proclamado en el Nuevo Testamento, constituye la única verdad que los vincula entre sí sobre el Bien y el Mal».
En la opinión de quien esto escribe no es por esta «Europa mosaica» propugnada por Gideon J. Harvey por la que hoy debemos imperiosamente luchar y si es preciso morir.


Olegario de las Eras

(Tierra y Pueblo)



PARA SEGUIR ESTE DEBATE (en alemán):
http://de.altermedia.info/general/presseerklarung-von-terre-peuple-frankreich-thule-seminar_13079.html#comments

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