UNA NUEVA ETAPA.

PARA EVITAR LA SOBRECARGA DE INFORMACIÓN EN LOS DOCUMENTOS DEL CARTEROPETRAS INFORMAMOS QUE A PARTIR DEL EQUINOCCIO MERIDIONAL DE PRIMACERA 2010, LOS DOCUMENTOS DEL CARTEROPETRAS TIENEN SU PÁGINA 2 O BLOG 2
http://documentosdelcarteropetras.blogspot.com/
CON EL FIN DE IR AGRUPANDO LAS TEMÁTICAS GENERALES Y PARTICULARES QUE SE VAYAN INCORPORANDO.
OBVIAMENTE, LA PÁGINA 1 O BLOG1 SEGUIRÁ ACTIVO E INCREMENTABLE EN RELACIÓN A LOS TEMAS YA INCLUÍDOS.

CONVOCATORIA A NUESTROS LECTORES

Dada la gran (para nosotros) audiencia que tienen Los Documentos del Carteropetras alrededor del mundo, es que les solicitamos nos hagan saber cuales son las temáticas que más les interesan dentro de Los Documentos.

viernes, abril 20, 2007

BUELA: HACIA UN MODO DE REPRESENTACION POPULAR ENRAIZADA EN NUESTRAS TRADICIONES.

A tener en cuenta ahora que -se dice- que se quiere modificar el sistema electoral.

Variaciones de Alberto Buela:
sobre existencias, vigencias y representaciones.

En este articulo el pensador argentino de Nuestra América, Alberto Buela, retoma la temática
de las representaciones políticas de la existencia popular iberoamericana o romanoamericana, y
de la vigencia o no vigencia de las categorías conceptuales que coinciden o se contradicen con ella.
De ésta temática fluye la urgencia por una liberación integral de los pueblos iberoamericanos, una liberación con un carácter nacional, afincada en nuestras identidades culturales, emancipada de las ilustradas ideologías progresistas de izquierda y de derecha.
Por ello no nos puede extrañar que frente al sopor que produce la tiranía progresista revestida de “democracia”, las gentes de nuestras tierras vuelvan la mirada y las manos a dos formas de expresión popular que los ilustrados modernos consideraban superadas: ¡el motin y el voto por aclamación!
Es una reivindicación de la convicción de que la solución a los males del materialista mundo moderno no se pueden encontrar en este, sino que en los rasgos fundamentales de la tradición latina-romano-ibero-americana. De aquí el titulo de este artículo-ensayo:
“La dignidad de una vieja verdad es la meta política de un orden futuro”Por Alberto Buela (2004).
Cuando el renombrado filósofo Hans Gadamer al comienzo nomás de su trabajo Mito y Razón(1954) afirma que: "todo el mundo anglosajón y el este comunista están impregnados por el ideal de la Ilustración, por la fe en el progreso de la cultura bajo el dominio de la razón humana. Pero al lado hay otra zona del mundo que está tan penetrada por la inmutabilidad de la medida y del orden natural que el pensamiento moderno no puede hacer tambalear esta cosmovisión. Es el mundo latino que formado por el catolicismo, sigue siendo un abogado perseverante del pensamiento iusnaturalista".
Lo que está haciendo es no sólo describir una realidad política, social y cultural del mundo sino también mostrando una de las tensiones más significativas en el seno de Occidente:
la que existe entre el mundo anglosajón y el mundo latino, aún cuando esta división sea para nosotros en gran medida arbitraria, pues los mundos latino y anglosajón no se limitan a ellos mismos sino que abarcan mucho más.
Nosotros, coincidiendo con Gadamer, afirmamos en forma insistente, una y otra vez, que Nuestra América no es moderna sino, en el mejor de los casos, tardomoderna y que la solución a la modernidad no puede nacer de ella misma- no se puede curar al enfermo con más enfermedad- como pretende la escuela de Frankfurt con Habermas a la cabeza, sino que la solución tiene que nacer de la premodernidad.
Queremos superar la gran contradicción del pensamiento progresista de estos primeros años del siglo XXI, que consiste en creer que se puede reformar la sociedad, recurriendo a los mismos instrumentos que la han llevado a su decadencia actual.
Es que la afirmación de Gadamer la conocemos desde siempre. Y ello lo sabemos por nuestros viejos maestros americanos( Vasconcelos, Caso, Mayz, Salazar Bondy, Masferrer, Gómez Robledo, Prudencio, Torres, Benítez, Galvao de Souza, Gilberto Freyre, García Monje, Carpentier, Wagner de Reyna, Caballero Calderón, Mario Góngora, Henríquez Ureña, García Calderón, Ycaza Tigerino, etc.) y por nuestros maestros argentinos (Taborda, Guerrero, de Anquín, Lugones, Castellani, Kusch, Korn, Rougés, Sampay, Alberini, Pró, M. Virasoro, y tantos otros).
Esta retahíla de nombres solo quiere mostrar que, a pesar de sus diferencias de escuelas, coinciden en la recuperación de las raíces más genuinas, entre las que se cuenta el catolicismo no tanto como rasgo confesional sino como stoikeion (elemento) antropocultural de nuestra ecúmene iberoamericana, como primer paso para un pensamiento genuinamente americano.
No es nuestra intención, ni la de los autores mencionados, superar la modernidad regresando a la edad media, sino asentándonos en nuestras raíces para que este árbol americano pueda dar genuinos frutos.
No basta con repetir o conocer lo que han dicho otros filósofos o pensadores sino que hay que plantearse las preguntas filosóficas de manera original.
Pero dejando de lado el sentido de novedad que el término encierra- la avidez de novedades es uno de los rasgos de la existencia impropia -. La pregunta filosófica para ser original debe tener su
origen en aquel que la plantea. Este es el misterio de todo pensamiento genuino.
Nosotros hemos venido construyendo a lo largo de una ponchada de años una ontología de lo americano, analizando de este fenómeno dos categorías:
la de espacio y la de tiempo, para intentar responder qué es el espacio América, cuál es su rasgo específico y cuál es la cualidad esencial de su tiempo.
Así afirmamos que América es lo hóspito pues a ella todos llegamos y lo hemos hecho de la persecución, el hambre, la guerra, la imposibilidad de ser propiamente hombres. América tiene una matriz hospitalaria.
Y el tiempo americano no es el time is money de la modernidad sino un madurar con las cosas, o como nos indicó el filósofo amigo José Ramón Pérez recordando a Scalabrini Ortiz: Nuestro tiempo es una distancia acostada. Ese tiempo caracterizado por el pensamiento progresista y liberal como indolencia nativa o gaucha, simbolizada en la institución telúrica de la siesta.
"No hay que economizar sangre de gauchos" repetía el ilustrado Sarmiento.
La vieja verdad que se menta en el título, tiene varias lecturas. Una, nos dice que los indianos tomamos desde el comienzo, desde el siglo XVI, un camino diferente al resto de Occidente, y que esta diferencia nos ha marcado a fuego en lo que somos. "Ni tan español, ni tan indio" dirá
Bolivar, englobando en "lo español" a todas las inmigraciones posteriores.
Y si bien el descubrimiento de América marca emblemáticamente el comienzo de la modernidad, ésta no tuvo ninguna influencia sobre nosotros hasta bien entrado el siglo XIX (circa 1850); es por ello que la nuestra es una tardomodernidad.
Nuestra constitución entitativa se realizó durante más de tres siglos sobre la base de un mundo de valores católicos que, como dice la cita de Gadamer, se caracterizan "por la inmutabilidad de la medida y del orden natural que el pensamiento moderno no puede hacer tambalear en esta cosmovisión".
Ahora bien, si siguiéramos la lógica de Gadamer e intentáramos pensar más allá de este mundo de valores, ¿no estaríamos acaso pensando otra cosa?.
Ciertamente. Este es el error por prejuicio ideológico que comete el pensamiento progresista, llámese laico, agnóstico, marxista, liberal o socialdemócrata, que al no poder pensar lo católico como stoikeion , sino como una fobia, mutila una realidad americana que finalmente escapa a su análisis o lo conduce a un análisis erróneo o parcial.
Nosotros conocemos el caso clásico de la filosofía de la liberación "latinoamericana", que tiene dos ramas: una popular con Kusch, Casalla, nosotros mismos, en cierta medida, y otra marxista con Dussel, Cerutti Gulberg et alii que por un prejuicio marxista no considera en sus análisis el fenómeno de la religiosidad popular. Termina siendo falsa ya que carece de anclaje en lo que el pueblo quiere y siente en ese orden.
Decimos en el título que la dignidad de la vieja verdad es el objetivo político de un orden futuro, porque hoy el nuevo orden, el del proyecto del one world, es un verdadero desorden que beneficia a unos pocos y perjudica a muchísimos.
En la construcción de un orden futuro debemos tener en cuenta:
a) lo que hemos sido,
b) lo que nos ha acontecido y
c) lo que podemos ser.
No nos está permitido crear un orden político futuro desde la nada(no somos dioses), o lo que es lo mismo, desde nosotros mismos a título individual.
Esto es lo que han intentado el Iluminismo y la Ilustración desde hace dos siglos, y aquí estamos... parados como el boxeador "grogui", de los golpes que nos pegan.
La vieja verdad, en otra de sus lecturas, nos dice que la democracia liberal, transformada hoy en democracia sólo procedimental es en nuestros países una débil capa de tierra del orden republicano que no puede reprimir las formas de expresión políticas que surgen de lo más profundo de nuestras
raíces.
El boliviano Carlos Montenegro(1904-1953), ideólogo del MNR, vio como expresión más propia la reiteración del motín(1) y nosotros la reaparición y vigencia de la acclamatio(2).
Y esta es la gran contradicción que venimos soportando desde hace casi doscientos años.
Somos entitativamente una cosa pero la representamos falsamente.
Somos sustancialmente premodernos, nos relacionamos con el medio y nos organizamos familiar y comunitariamente como premodernos, pero nos representamos políticamente como modernos. Vivimos así, una contradicción no resuelta.
La vieja verdad nos dice, que sin falsificar los hechos históricos, como hizo efectivamente la historiografía colonial, el pensamiento progresista falsifica hoy el valor de los hechos a través de una hermenéutica interesada.
Con lo cual produce un triple falseamiento:
el de la verdad en el pasado, el del juicio histórico en el presente, y el del la conducta colectiva
del futuro.
Torcer la memoria de la Iberoamérica es torcer nuestra propia identidad. Tiene valor acá lo del oriental Galeano: Sabemos poco de nosotros y lo poco que sabemos viene muy mentido.
La vieja verdad nos dice, en las lecturas que recogimos:
a) con Gadamer que somos y poseemos una tradición cultural diferente al resto de
Occidente,
b) con Montenegro que tenemos un tipo de representación política diferente a la democracia liberal y c) que el pensamiento progresista hoy acepta nuestra existencia, pero falsifica con su interpretación aquello que realmente somos.
La meta política de un orden futuro tiene que ser el rescate y el respeto a lo diverso, a lo diferente, y en este sentido Iberoamérica lo es específicamente respecto al resto de Occidente. Tenemos que darnos un nuevo tipo de representación, más adecuada a nuestra índole, a nuestra
idiosincrasia. Debemos lograr una interpretación genuina de lo que nos acontece y sucede, no filtrada por una ideología determinada. Esto último sólo nos lo permite el disenso como método, dado nuestro carácter de ecúmene dependiente en la producción de sentido de lo que ocurre en el mundo.
Cuando el ilustre filósofo escocés Alasdair MacIntayre se plantea acertadamente que:
" Uno de los rasgos más llamativos de los órdenes políticos modernos es su carencia de foros institucionalizados dentro los cuales los conflictos y desacuerdos sociales puedan investigarse
sistemáticamente, así como la ausencia de intento alguno para resolverlos.
Con frecuencia, los mismos hechos del desacuerdo pasan inadvertidos, disfrazados por una retórica del consenso (3).
Primero, está denunciado "las mesas de consenso o diálogo", el mecanismo tan peculiar de los regímenes socialdemócratas que en lugar de partir de disenso y aceptar la existencia del conflicto en la sociedad parten por principio del consenso, con lo cual no sólo ponen el carro delante del caballo sino que logran "disfrazar el conflicto con la retórica del consenso", según la cita.
Por otra parte y eso muestra el otro rasgo típico del progresismo: los problemas sociales se ordenan pero no se resuelven. Al existir "la ausencia de intento alguno para resolverlos" (cita)se espera que una especie de fuerza de las cosas los vaya resolviendo.
Y en segundo lugar, está recuperando la idea de disenso como instrumento metodológico en la creación de teoría crítica en las sociedades de hoy. El pensamiento no conformista, que pretenda ser crítico está obligado, no a negar la existencia, lo que sería estulticia, sino a negar la vigencia de las megacategorías de dominación- pensamiento políticamente correcto, único, homogeneización cultural, globalización, igualitarismo, desacralización, etc.- para proponer otras diferentes, distintas, diversas.
Obsérvese que un pensamiento no conformista no niega la existencia de lo que realmente existe, y en esto es un realismo crítico, sino que para afirmarse debe negar la vigencia, la pretensión de universalidad de dichas categorías.
Y aquí es cuando el no conformismo se acerca al pensamiento popular, que sabe, antes que nada, lo que no quiere, dado que la negación en él funciona negando la vigencia de las cosas que lo afectan negativamente.
Pongamos un ejemplo, aunque siempre son rengos: la globalización existe y no hay dudas de ello; el pensamiento popular no niega sus existencia, pero como no entra dentro de sus intereses, lo que
niega es su vigencia, y sigue viviendo a su modo o como puede o lo dejan.
Es sabido que sólo la vigencia de las cosas, más allá de su existencia, afecta la vida de los hombres y de los pueblos.

REFERENCIAS:

1.- Montenegro, Carlos: Nacionalismo y Coloniaje, Bs.As., Ed.Pleamar, 1967.-
"El motín es una de las formas de expresión que toma la lucha entre las dos tendencias- la colonial y la nacional – desde la fundación de Bolivia (y de las repúblicas americanas). La continuidad del conflicto muestra que no se trata de una simple disputa por la posesión del mando. De implicar solo
esto, la contienda se habría definido por un acuerdo de partes, en las mismas esferas del poder. Su antagonismo es cosa de sistemas de vida, no de intereses. La tendencia colonial representa las corrientes foráneas de dominio y la nacional a las corrientes nativas autonomistas" p. 74.-

2.- Buela, Alberto: Metapolítica y filosofía, Bs.As., Ed.Theoría, 2002.-
"La acclamatio como nueva-vieja fórmula de la democracia directa permite la expresión de la voluntad política del pueblo por aclamación popular como consentimiento de los gobernados y dado que el pueblo existe solo en lo público, cuanto más fuerte es el sentimiento democrático tanto más
seguro que la democracia es otra cosas distinta a la ecuación liberal de: un hombre, un voto". P.32. " la crisis de representatividad de la sociedad postmoderna es de tal magnitud que seríaprovechoso que los jurisconsultos a cargo de la modificación de los sistemas de elección tuvieran en cuenta la incorporación de la acclamatio como un complemento necesario al régimen del sufragio"p.34.-

3.- MacIntyre, Alasdair: Justicia y racionalidad práctica, Barcelona, Eiunsa, 1994, P.20.-

No hay comentarios.: